No es un secreto que la corrupción de Santos fue proverbial. El tartufo se supo desde el primer momento impune para hacer lo que a bien tuviera, pues no solo tenía a la justicia en sus bolsillos; también contaba con una caja de resonancia que amplificaba sus opacas iniciativas gubernamentales, al tiempo que maquillaba y disimulaba su estruendosa falta de principios, talento, inteligencia, escrúpulos, coherencia, gracia y honestidad. Los grandes medios de comunicación se hartaron y embelesaron con la “mermelada” santista, y se hicieron los de la vista gorda, todo por la pauta o por la plata. De frente y sin asco, Santos ferió, hipotecó y desgració al país, entregándoles a políticos como Roy Barreras y a otros igual de funestos, el manejo de importantes dependencias del Estado, para que las volvieran feudos personales en los que podían hacer y deshacer, arrasando todo, como si de un enjambre de langostas se tratara. ¡Manzanillos grandes y el gago pérfido!

El gobierno Duque recibió del tartufo un hueco fiscal de tamaño colosal, casi que imposible de cubrir; pero con todo y eso el exministro de hacienda de Santos, Mauricio Cárdenas, cuya familia lleva toda la vida pegada de la teta del Estado, con aires de gurú, tiene el cinismo de opinar y pontificar, como si en el descojone que padece nuestra economía, no tuviese las manos metidas él. Olvida el redomado burócrata que, si hoy estamos mal de caja, es porque el gobierno del que hizo parte esencial, fue derrochador y corrupto hasta la saciedad. Todo ese robispicio se comió la bonanza petrolera, el aumento del recaudo de la DIAN (al alza ambos ítems en gran parte del periodo del tartufo) y nos dejó una deuda de 462 billones, que tiene pasando aceite a las finanzas públicas.

Con los tumbes de Odebrecht, Reficar, Isagen, el Sena, Banco Agrario, los torcidos de las “impolutas” Gina y Ceci, Fondepaz, Cemex, Fonade, la adquisición de armas y aviones y hasta las suntuosas cortinas de doña “Tutina”, muchos subsidios, obras sociales, hospitales y compra de cosechas a los campesinos se hubiesen podido concretar, justo hoy, cuando las circunstancias lo demandan. Con los recursos malgastados en la JEP y el resto del presupuesto sideral asignado a ese bodrio impresentable, al igual que los chorros de dinero entregados a los políticos y periodistas y los jugosos contratos a Roberto Prieto, millones de ventiladores para pacientes del COVID-19 estarían listos para paliar la debacle sanitaria que se aproxima.

No se le pueden pedir peras al olmo: el tunante de Juan Manuel Santos nació para causar daño: más de 200.000 hectáreas de coca sembradas, el acuerdo espurio e injusto con los terroristas de las Farc, a pesar de que la mayoría de colombianos dijimos NO a través de un plebiscito, la fractura moral de la Fuerza Pública, el desahucio de la institucionalidad, la imposición de la trampa como la mejor de todas las artimañas y el saqueo del erario, para sostener un régimen que de no haber sido por el billete, habría durado lo que un “Bon Bon Bum” en la puerta de un colegio. Definitivamente, no hay santista gratis.

El tartufo carece de conciencia, pero millones de colombianos no. Por eso, no debemos olvidar cuanta falta hacen (hoy más que nunca) los recursos que Santos y los suyos le esquilmaron al desarrollo, al progreso y al bienestar de la sociedad y de sus hijos menos favorecidos.

La ñapa I: Claudia López es la mejor versión de ella misma. ¡Qué bárbara!

La ñapa II: Aquellos que armaron un escándalo por la llegada a Colombia de un grupo de militares norteamericanos, asesores en la lucha contra el narcotráfico, son los mismos que pretenden hacernos creer que las Farc nunca traquetearon.

La ñapa III: ¿Senador Roy Barreras, le suena el nombre de Jorge Uriel Silva?

La ñapa IV: El desempleo ronda el 20%. Se trata de una verdadera hecatombe. Al parecer, morirá más gente por cuenta de la pobreza y la violencia que por el Coronavirus.

La ñapa V: Los bancos siguen haciendo de las suyas. ¿Hasta cuándo tantos abusos?