No voy a referirme a la extraordinaria producción colombiana trasmitida por Netflix que lleva el título de este artículo y recrea la historia del multimillonario robo al Banco de la República, en Valledupar. Haré alusión a un crimen de más envergadura e impacto social y político: el desconocimiento de la victoria del NO en el plebiscito que buscaba refrendar los espurios acuerdos de paz entre el gobierno del tartufo Santos y los bandidos de las Farc, en el 2016. El viernes pasado se cumplieron 4 años de la afrenta más grande que, en los últimos tiempos, ha padecido democracia alguna en Latinoamérica.
Es imposible olvidar el valor histórico de la gesta épica, protagonizada por el presidente Álvaro Uribe Vélez, que, contra todo pronóstico y enfrentándose a la chequera corruptora del tartufo (que le alcanzó para comprar conciencias a diestra y siniestra, y para pautar titulares de respaldo en los grandes medios de comunicación), logró el triunfo del NO. Uribe, armado de un megáfono y de sus férreas convicciones republicanas, recorrió todos los territorios de la Patria, para abrirle los ojos al pueblo sobre lo que sería la peor de todas las negociaciones. El tiempo le dio la razón: una paz con impunidad trae más violencia. Hoy Colombia está inundada de coca y bañada en sangre, consecuencia directa del esperpéntico pacto habanero.
Nos trataron de meter el SÍ por los ojos, a través del despilfarro del erario y la presión de sicarios judiciales del “cartel de la toga” como Eduardo Montealegre, y hasta llegaron a llamarnos guerristas a todos los que nos opusimos a la grotesca e ignominiosa impunidad regalada a las Farc, en desmedro de las víctimas y la institucionalidad. Para el tartufo y su camarilla de cómplices, encabezados por Humberto de la Calle, la retorcida idea que vendían era la panacea y la fórmula mágica para resolver todos los problemas de Colombia. Para imponer dicho criterio, a todas luces contrario a la realidad que actualmente nos agobia, como ha quedado evidenciado, desplegaron todo el poder del Estado para pasar por encima de sus contradictores; aquello fue una batalla de David contra Goliat.
Santos necesitaba la refrendación popular para derrotar a Uribe, pero le salió el tiro por la culata, como suele pasar cuando las intenciones son mezquinas y perversas. Las mayorías respaldaron el NO, ratificando una vez más que ni todo el poder y la plata del tartufo borrarían la impronta indeleble que ha dejado “el Tigre del Ubérrimo” en el alma de la sociedad colombiana pensante. Mientras Santos buscaba acabar a Uribe, este último pretendía salvaguardar la salud de la República y, por tanto, la supervivencia de la misma. Hay insoslayables diferencias entre un miserable corrupto al que mueven intereses subalternos y un patriota inmejorable.
El congreso de bolsillo y enmermelado del tartufo invirtió el orden de las cosas, al resolver, por medio de un mecanismo torticero y tramposo, que el NO era un SÍ. ¡Habrase visto semejante despropósito!; pero lo peor vino después: la Corte Constitucional, convertida en un vergonzoso apéndice politiquero de Santos, resolvió avalar lo que a todas luces era una violación flagrante a las normas más elementales y al sufragio soberano de casi 7 millones de colombianos que dijimos sin ambages: “NO”.
Que nadie se llame a engaños: el hampón más grande que ha parido esta sufrida tierra, se llama Juan Manuel Santos. No hay una persona que, como el tartufo, le haya hecho tanto daño a Colombia: la ruina económica, la desinstitucionalización, el empoderamiento de la izquierda, la corrupción, el narcotráfico y la violencia son la cosecha que dejan sus 8 años en el poder. Ni perdón ni olvido para el tartufo y sus socios de las Farc: esa factura hay que cobrarla y con intereses.
Hemos padecido los intentos del gran ladrón de Santos por acabar Colombia. Afortunadamente contamos con un gran colombiano como Uribe, que siempre estará dispuesto a luchar por la Patria.
La ñapa I: Propongo un monumento en honor a Vicky Dávila: antes de que invitara como panelista a su programa en SemanaTV, al caricaturista “Matador”, muchos teníamos la impresión de que dicho sujeto era un animal. Hoy después de haberlo escuchado decir tantas imbecilidades, hemos despejado cualquier duda. ¡Gracias, Vicky!
La ñapa II: La Corte Suprema, no puede seguir dilatando la decisión sobre el caso del presidente Uribe; tampoco debe extralimitarse en sus funciones, pues solo le corresponde pronunciarse sobre el estatuto procesal por el cual habrá de tramitarse el sumario. Cualquier consideración adicional desborda las competencias legales y constitucionales asignadas a ella.
La ñapa III: ¡Lo que faltaba para completar la sarta de embustes de las Farc y de sus amigos! Dizque fueron ellas las que mataron a Álvaro Gómez Hurtado. ¡A otro perro con ese hueso! Ni así podrán esconder al elefante.