Las amenazas de la izquierda radical han quedado en nada; en mera fanfarronería y grandilocuencia a tutiplén. A pesar de los vaticinios apocalípticos de vocingleros e incendiarios como Gustavo Petro y otros especímenes de menor pelaje, la debacle y la caída del Gobierno y la institucionalidad en general, parecen no haberse concretado por cuenta de una serie de paros y manifestaciones perfectamente diseñadas para crear el caos y dividir aún más a la sociedad colombiana. Y es que los enemigos acérrimos de la Patria vienen hace meses notificándonos de una explosión ciudadana que, por lo visto, no ha logrado su clímax.
Que nadie olvide que Petro, en diciembre de 2019, gritó a los cuatro vientos que, este sería el año en el que él y sus huestes paralizarían la Nación a través de un movimiento social nunca antes visto. A excepción de los terroristas que incineraron estaciones de policía en Bogotá y asesinaron a diestra y siniestra cual grupo extremista, parece que no mucha gente le está “copiando” al eterno candidato de marras. Hasta la minga le sacó las posaderas a Petro, amén de que, los indígenas por una jugada maestra del gobierno, se vieron obligados a regresar a sus territorios, luego de que la Fuerza Pública, en ejercicio de sus atribuciones legales, les destruyera los “emprendimientos ancestrales” en los cuales fabricaban un polvillo blanco y “mágico”, que deja buenas utilidades al ser comercializado.
Pero si por el lado de los indígenas “llueve”, por las cercanías de los sindicatos no “escampa”: no veo a Fecode muy sintonizado con Petro, como tampoco está conectada gran parte de la izquierda nacional, encabezada por el senador Jorge Enrique Robledo, la alcaldesa Claudia López y otros líderes, que han armado rancho aparte; lo que me lleva a concluir que Petro se está quedando solo, pues es tan radical y delirante que, propios y extraños le huyen, como si del Covid se tratara. ¿Será que Petro sigue teniendo la ascendencia determinante en el electorado que se estima, o más bien se trata de un fenómeno de redes sociales aupado por el libretista de narconovelas y ficción Gustavo Bolívar?
Gustavo Petro no es un cadáver político y seguirá luchando, porque no se le puede desconocer que está jugado a fondo en su propósito de convertirse en presidente a como dé lugar. Tampoco es de poca monta su combatividad al momento de defender sus posturas y la conexión con la base que lo sigue. No debemos soslayar el hecho de que, en las elecciones de 2018, Petro alcanzó más de 8 millones de sufragios lo que sin duda lo posiciona muy bien. Pero no es menos cierto que, al momento de las alianzas, es más lo que resta que lo que suma, y por eso desde las entrañas de la izquierda tratarán de inventarse otro candidato igual de peligroso que Petro, pero que no se deje ver las orejas desde ahora; algo así como un Alejandro Gaviria o cualquier otro lobo disfrazado de oveja.
La culebra está viva, y no podemos descuidarnos en el 2022, porque no importa el nombre que tenga un presidente de izquierda, los resultados siempre van a ser los mismos: violencia, pobreza, división, ruina, fracaso y vulneración de libertades y derechos.
La ñapa I: Al torticero, despreciable y mañoso Roy Barreras y a los congresistas de izquierda que lo secundaron en la fallida moción de censura contra el ministro de defensa, Carlos Holmes Trujillo, solo les sirven las reglas democráticas cuando los favorecen. La moción se votó y ganó la mayoría, que decidió desestimarla, punto. Cualquier análisis distinto es una soberana estupidez. Hablar de “asalto a la democracia” es una gilipollez de dimensiones bíblicas.
La ñapa II: La Fiscalía inició proceso de extinción de dominio contra la finca del falso testigo contra el presidente Uribe, Juan Guillermo Monsalve, lo que debería seguir es la vinculación de la madre y exesposa de este bandido, a un proceso por enriquecimiento ilícito. “Dura lex, sed lex”.
La ñapa III: Y, hablando de la finca de Monsalve, ¿qué dirán doña Cecilia Orozco, Daniel Coronel y otros odiadores del presidente Uribe, a propósito de las recientes acciones del ente acusador, contra un bien que Monsalve y los suyos no tienen cómo justificar?
La ñapa IV: La JEP es un bodrio monstruoso que hay que eliminar. Acabar con ese esperpento debe ser un imperativo legal y moral de la sociedad colombiana.