¿Qué historia viniste a contar a este mundo? ¿Eres capaz de contar, con tu manera de jugar, la historia de tu gallada, de tu barrio? El futbolista es como el músico, el pintor o el artista: Viene a contar su propia historia y debe encontrar la manera. Si se adapta sobrevivirá y hasta ganará mucho dinero, pero solo alcanzará un reconocimiento en la historia si es capaz de trascender los cánones que le imponen y crea una nueva forma de expresarse.
Desde muy chico se hace notar; ese no sé qué, rey de las mentiras, esa manera inusual de decir aquí estoy yo. Observas al creativo de un equipo de barrio que al recibir el balón ya no está pensado en esa jugada sino en la segunda o tercera siguiente; ese no mira la pelota porque sabe que su pie es un imán, que no tiene que cuidarse de que se le vaya a escapar porque sabe que el balón dócilmente se integrará a su botín; ese que ataca y defiende casi sin que se lo pidan, que quiere ganar siempre, que se violenta con sus compañeros porque se entregan con facilidad; ese que revienta cualquier código o estatuto preestablecido por el simple hecho de darse el gusto de lograr lo que él ve pero que los demás ni siquiera se imaginan. Digámoslo de esta manera: el crack definitivamente es bien difícil, le falta un tornillo, le aburre lo obvio, va por lo ilógico y, como dice Silvio Rodríguez, habla y sueña con lo imposible porque de lo posible se sabe demasiado.
Pero las decisiones son políticas y esas las toman los poderosos. ¿A quiénes les puede interesar más la velocidad y la confusión del mercado sino a los más pudientes? En río revuelto ganancia de pescadores. La queja es muy frecuente: que el fútbol cambió, que se prefiere ahora a los atletas por encima de los jugadores habilidosos. Y suele echársele la culpa a las canteras, que no escogen bien, que qué es lo que hacen.
Abajo se replica el modelo del fútbol de alto nivel, es decir, decisiones a velocidad, búsqueda del resultado inmediato, obtener campeonatos determina tu éxito. Abajo todo el mundo habla de proceso, pero estamos lejos de cumplir cabalmente con las exigencias. No es responsabilidad de los entrenadores de las menores, qué más quisieran ellos (los que saben) que realizar un trabajo metódico y esmerado, pero los obliga el sistema imperante, esa necesidad de mostrar resultados cuanto antes porque si no, los reemplazan por técnicos “ganadores”.
Entonces ¿Qué es lo que hacemos en las divisiones menores? Ya no buscamos al jugador exquisito, al técnico, al diferente, porque generalmente estos suelen ser flaquitos o muy pequeños y con un carácter díscolo, que no se someten a lo que los entrenadores pretenden. Buscamos al jugador funcionario, el que entiende rápidamente que obedecer es el asunto. Los que vienen a aprender una lección y rápidamente la aprenden. Mejor dicho, los eficientes, entendiendo por eficiencia el obtener resultados con los mínimos recursos. Con poco juegan futbol profesional y la gente los ve por televisión y dice “cómo es posible que este sea jugador de fútbol”. Así que los que rápidamente se adaptan, los que son aplicados al juego (sí señor, no señor), los de mayor presencia física, voluntad y velocidad, esos tendrán las mejores opciones. Todos “felices”, pero aburridos, seamos sinceros.
El otro, el que tiene una manera diferente de contar su propia historia, el que quiere ser auténtico, el que quiere poner su propio sello, termina marginado y desconcertado. Algunos, después de recibir mucho palo, se acomodan y terminan por ejecutar el libreto como se les pide, pero jamás serán lo que pudieron haber sido.
Y todos muy felices con ese chico en las divisiones menores, pero con una sensación de lástima: porque no tiene talla, porque no obedece, porque no come verduras. Pero lo vemos que marca diferencia, que es el amo del juego y sin embargo seguimos pensando, lástima. Ahí es donde hay que darse la pela, por ese es el que tenemos que apostar, buscar ayuda médica, de nutrición, la mamá de un compañero que cocine rico, un psicólogo, un brujo por favor, lo que sea; ahí deberían ser buenos los preparadores físicos, los queremos ver. Porque es fácil trabajar con el atento, el que viene prefabricado para ser un atleta, un lindo físico, lastimosamente algunos traen un resorte en vez de pie.
Buenos jugadores siguen existiendo, pero cuestan mucho trabajo, hay que invertirles tiempo y dinero. Gestionar locos no es fácil. Tiempo no hay, tan afanados estamos con quedar campeones. Y los entrenadores aficionados ansiosos por llegar al fútbol profesional que es donde está la plata y la fama que es lo que la mayoría aspira, como es apenas lógico. Los pedagogos, los verdaderos formadores tienen sueldos de miseria. Los poderosos se llevan finalmente a los mejores porque tienen seductoras ofertas. Impera por encima de todo el negocio, la compra y venta, que es la concepción más importante del mundo actual; así que, por ahora, esto no tiene arreglo.