Billie Eilish se convirtió en uno de los fenómenos musicales más interesantes de los últimos tiempos. Tiene tan solo 19 años y aún le faltan dos años para poder tomarse una cerveza en un bar en Estados Unidos. De momento ya se ha ganado siete Grammys, incluyendo el impresionante record de lograr los cuatro premios principales en una misma ceremonia: grabación, álbum, canción y mejor nuevo artista del año. Además de grabar el tema central para una película de James Bond. Todo esto con solo un disco publicado.

Hija de una actriz no popular y un padre que combinó su carrera en el teatro con la construcción, ambos también músicos, Billie fue concebida de manera in vitro y diagnosticada en su adolescencia con el Síndrome de Tourette, un trastorno neurológico que se caracteriza por una serie de movimientos involuntarios como si fuera una especie de tic seguido de un sonido particular.

Nunca fue al colegio, sus padres fueron sus maestros en casa. Ella y su hermano, Finneas, fueron educados con total libertad, permitiéndoles explorar sus gustos personales, que terminaron orientados a la música.

A los 13 años estaba metida de lleno junto a su hermano en componer y cantar canciones. Justo por esos días subió a la plataforma de SoundCloud una canción llamada Oceaneyes. Su hermano la produjo, compuso y se la grabó en el estudio del cuarto en que vivían en casa de sus padres. La canción se volvió un fenómeno viral sin precedentes. Y desde Apple hasta su disquera Insterscope Records, se involucraron en su carrera y se dedicaron meticulosamente junto a su manager a crear lo que sería el fenómeno
musical del futuro.

Desde ese momento todo cambió. Su carrera fue milimétricamente planeada para que luciera como algo orgánico, pero en realidad fue una impresionante estrategia de marketing musical.
Se publicaron EPs con adelantos de canciones, sincronizaron sus canciones en series claves de streaming como 13 Reasons Why, de Netflix . La empezaron a mostrar en cortos shows en festivales importantes. Spotify promovió sus canciones en sus Playlists más importantes y de más seguidores.

Para el 2018 ya tenía dos giras de conciertos a sus espaldas, apareció en todas las revistas como tendencia, incluyendo Vanity Fair. Forbes la incluyó en la lista de las promesas menores de 30 años. Firmó acuerdos con marcas de ropa y cosméticos.

Todo esto sin publicar aún su primer disco completo y todos comentando que era un fenómeno natural de la música, que todo había cambiado, que el público la había escogido sin influencia de una disquera.

Todos se creyeron el cuento.

Hasta que en marzo del 2019 finalmente lanzaron el disco: When We All Fall Asleep, Where Do We Go? Con toda una maquinaria aplastante de marketing que logró que todos los periodistas musicales hablaran de ella, debutó en el primer lugar de ventas tanto en Estados Unidos como Reino Unido.

El resto de la historia ya la conocen, salvo que vivan de espaldas al mundo del entretenimiento.

Por estos días y después de un mundo detenido por la pandemia, Billie Eilish se prepara para publicar su segundo disco el próximo 30 de Julio. Se llamará Happier Than Ever . Pero las cosas no lucen tan fáciles, los dos primeros anticipos no parecen convencer como sus canciones anteriores. Y es aquí donde las dudas empiezan y muchos ya se preguntan si finalmente es una artista que llegó para quedarse o será finalmente un caso brillante de marketing musical.