Seguramente han notado que cada día hay más entregas de premios en el mundo de la música. Todos los años aparece una nueva. Casi todos tienen en común algo: pertenecen a un medio de comunicación.

Hace muchos años atrás existían los Premios Grammy únicamente en su versión anglo. Eran los más importantes a nivel mundial.

Los otros con algún renombre eran los American Music Awards. De menor prestigio pero con unos muy buenos resultados en sintonía, eran básicamente un show extraordinario de TV creado por el legendario Dj y hombre del entretenimiento Dick Clark.

Este diseño fue un modelo de negocio que hasta el día de hoy se sigue utilizando. La cadena ABC en Estados Unidos perdió los derechos de TV de los Grammys y la manera de contrarrestarlo fue creando unos nuevos premios.

La clave era darles un horario estelar en TV, toneladas de publicidad, no premiar necesariamente a los mejores, pero si a los más populares. Estamos hablando del año 1973.

Luego aparecieron los MTV Video Music Awards en 1984. La estrategia era exactamente la misma. Pero esta vez era poner un súper show de TV donde se premiarían los videos musicales. Al igual que en los American Music Awards, más allá de ganar era importante presentarse. Los rating de sintonía eran brutales y los artistas echaban la casa por la ventana en sus presentaciones. Además, cada año había un show o momento inolvidable que se traducía en ventas de discos.

Pero con el paso de los tiempos y la arremetida del mundo digital, muchos medios tradicionales vieron cómo el dinero de la publicidad se hacía más difícil. Los anunciantes pedían un contenido diferente.

Y es justo en este momento donde muchos medios tradicionales como las revistas, las radio y los mismos canales de televisión empezaron a inventarse toda clase de ceremonias de premios a la música.

Desde la revista de música hasta la cadena de radio local, en el mercado latino la explosión de premios fue aún más grande. En verdad es un negocio redondo donde lo que menos importa es la calidad musical de los nominados y los premiados.

El medio se compromete a favorecer al artista en un determinado número de publicaciones. En el caso de la radio a un importante número de sonadas. El artista prácticamente paga el favor, no cobra y en algunas ocasiones ni los gastos de producción le pagan. El artista lo toma como una inversión.

El medio sencillamente logra, con costos mínimos, un producto atractivo para clientes comerciales y facturan una importante cantidad de dinero que termina compensando un dinero que ya no le entra por la publicidad tradicional.

A los artistas les encantan los premios y los medios los saben. Así todos quedan felices. La foto con el premio acompañado de un boletín de prensa es algo que las compañías de discos y managers se sueñan.

Al final nadie se acuerda qué premio se ganó un artista, realmente no tienen ningún valor. Además hay tantos que el público hasta los confunde.

Tan grande es la presión comercial del negocio que incluso los mismos Grammys han estado envueltos en cuestionamientos serios, como cuando recientemente decidieron omitir de las nominaciones a The Weeknd por haber tocado en el Super Bowl y dejar de ser un show exclusivo de la Academia.

La mayoría de ceremonias de premios son un simple acuerdo comercial distante de la calidad musical. Por eso se volvieron paisaje y en los últimos años los rating de sintonía se han venido al piso. A las nuevas generaciones ya no les importan estas ceremonias prefabricadas, por eso muchos de estos premios tienen sus días contados en un mundo lleno de información.

¿Acaso usted se acuerda quién ganó el Grammy Latino a Álbum del Año en la reciente entrega?