Tanto en la música como en la vida hay una edad en que esos deseos de aventura y de descubrir cosas nuevas deja de ser importante. Aunque en estos tiempos nuestro espíritu es más joven que los de previas generaciones, parece que en la música es una excepción.

Hay una edad en que el interés por descubrir nueva música se empieza a perder y preferimos las cosas de nuestro pasado. Esa edad son los 30 años.

Diferentes estudios hechos por las plataformas de streaming, cada vez más interesadas en descubrir nuestros hábitos de consumo, coinciden en que entre los 30 y 33 años empezamos a dejar de oír nueva música. Para esa edad nuestro gusto musical está prácticamente definido en la mayoría de las personas.

Entre los 12 y 22 años estamos más abiertos a los cambios, somos más receptivos a todo lo nuevo musicalmente. Pero al llegar a los 30 nuestro cerebro empieza a preferir la nostalgia.

El punto más alto llega a los 24 años y luego poco a poco nos empezamos a mostrar resistentes a ciertos cambios.

Varias son las razones por las que las personas han expresado esa pérdida de interés por descubrir nueva música. Una de ellas son las responsabilidades laborales que ya no permiten tener tanto tiempo libre.

Otros dicen que es tan abrumadora la cantidad de nueva música que terminan escuchando mejor lo que conocen. Y otra buena parte dice que los compromisos familiares, como el cuidado de los hijos, los deja con menos tiempo para cosas que sí podían hacer en el pasado. Algunos, incluso, se empiezan a sentir desconectados con el lenguaje y temática de muchas canciones,

Más de la mitad dicen que aunque el interés por los nuevos aún existe, ya no tienen tiempo para seguir al día.

Esta parálisis musical que empezamos a vivir a los treinta años también está conectada con la sensación de recordar otras épocas llenas de momentos en familia o simplemente cuando nuestra vida era más fácil y no teníamos tantas obligaciones. Nuestros días gloriosos de fiestas o de fans musicales.

Cuando llegas a los cuarenta buscamos en la música recordar esos momentos felices del pasado y al escuchar canciones de tiempos atrás liberamos todas esas sustancias químicas de la felicidad como la dopamina y serotonina produciendo una sensación de bienestar. Y eso lo logramos más fácilmente con una canción de nuestros días de colegio o universidad.

Además, en nuestra adolescencia somos mucho más sensibles a la música. Nos aprendemos la letra de una canción que nos gusta con solo escucharla un par de veces. Seguramente han notado que eso no lo pueden hacer con tanta facilidad después de los 35 años.

Y aunque este no es un patrón para todas las personas si lo es para la mayoría. Algunas personas en su afán de querer sentirse jóvenes harán un esfuerzo por seguir conectados a la música de hoy, algo que no está nada mal, pero seguramente se sentirán más felices bailando una canción de Rikarena o Madonna que una de Karol G o Drake.