Era claro que la ley de financiamiento contendría una nueva reforma tributaria. Era claro que, en ese trance, propondría gravar los productos de la canasta familiar con una tasa del IVA. También era claro que ese impuesto no pasaría.
Es el juego de siempre de los poderes Ejecutivo y Legislativo, que termina tradicionalmente en un escenario de negociaciones en el que por lo general hay concesiones de parte y parte.
Esta vez, de hecho, el juego tenía unos elementos especiales: quien estaba al frente del gobierno no había conciliado reparticiones burocráticas con el Congreso, lo cual lo colocaba en desventaja frente a sus interlocutores de las comisiones de Presupuesto.
En consecuencia, tenía que llegar como lo hacen los que van con alguna debilidad a la confrontación: hablando fuerte.
Los gritos llegaron por cuenta del IVA, el impuesto más impopular de toda la estructura tributaria. Ponerle el gravamen al 80% de la canasta familiar era algo que no aceptarían los congresistas en un año electoral como el que se avecina.
Y tal cual ocurrió. Como la urgencia del financiamiento era elocuente, pues de lo contrario habría que recortar inversiones y programas sociales, entonces los senadores corrieron a escudriñar en otras sociedades y otras épocas algunas propuestas alternativas. Ayer se contaban unas 100 que, según han dicho, han asegurado 8 de los 14 billones de pesos que necesita la nación.
En las próximas horas, cuando finalmente el proyecto sea sometido a primer debate, empezarán a conocerse.
Ninguna de ellas, sin embargo, se mete con una esencia que el presidente Iván Duque ha venido subrayando en foros y audiencias, sin que muchos se den cuenta. La ley, ha dicho, debe bajar la carga tributaria a las empresas que generan empleo.
Es un paradigma sobre el que han venido cabalgando los gobiernos en Colombia desde hace un tiempo. No es, para aclararlo, un asunto de este gobierno: lo han hecho Duque, Santos, Uribe, Pastrana, Samper, Gaviria y Barco, para citar solo a los presidentes más recientes.
Con ellos no solo se han bajado impuestos empresariales, sino que se han aprobado reformas laborales y pensionales que han contribuido a reducir la carga de los costos de producción de las industrias.
¿Saben cuál es el problema? Que si bien tales costos han estado reduciéndose, en pocos casos evidentemente han contribuido a reactivar la economía por la vía del empleo. En otras palabras, sus ganancias extraordinarias han terminado en paraísos fiscales de Aruba, Panamá o Curazao.
Duque, en consecuencia, tiene el reto de cambiar esa historia, tras conseguir, como ya lo hizo aparentemente, una primera victoria en el Congreso de la República, en la que no solo tiene detractores entre los partidos de la oposición sino en una propia colectividad, la propia, que no entiende de nuevos liderazgos. ¿Lo logrará? Quién sabe. Mi sugerencia es que le tengamos fe.
@AlbertoMtinezM