Margaretha Geertruida Zelle fue una bailarina, cortesana y agente secreta de los Países bajos, que durante la primera guerra mundial sirvió a las fuerzas prusianas.

Su especialidad eran las danzas brahmmánicas, para las que usaba finos velos translúcidos.

Cuando estaba a punto de cumplir 19 años, aceptó casarse con un militar 20 años mayor que ella. Pero tuvo numerosos romances con funcionarios de la milicia e inclusive, políticos de alto nivel.

Separada de su marido, un día conoció a un capitán francés y terminó contraespiando a los prusianos. Otra vez se enamoró de un joven oficial ruso al servicio de París y se encargó de vigilar al embajador alemán. Los alemanes se la quitaron de encima comprándole información sobre sus antiguos aliados, lo que finalmente le valió su sentencia de muerte.

La ironía es que, al menos en la causa que la llevó al fusilamiento, Mata Hari -como le llamaban- no era que tuviera mucha información. De hecho, para conquistar a sus amores furtivos u obtener prebendas económicas emergentes, se inventaba las historias.

Como Mata Hari, Aída Merlano dice tener muchos secretos.

Aunque se sale de todos ellos, anuncia expedientes de corrupción que involucran hasta al propio presidente de la República.

Sostiene, por ejemplo, que nunca compró un voto pero que su gran financista lo hacía por ella. Desde 2011, cuando obtuvo su primera curul de elección popular, se dedicó a dignificar la política del Caribe. En verdad cuesta creerlo.

En sus declaraciones se muestra como una mujer pulcra, alejada de las malas costumbres de los gamonales y que nunca supo ni cómo utilizar los cupos indicativos de los congresistas. De hecho, se declara víctima del manoseo de las casas políticas de la región. Uno no sabe, entonces, cómo hizo para obtener información tan precisa en relación con Odebrecht y la financiación de la campaña de Vargas Lleras.

Sostiene que toda su magnífica fortuna la acumuló antes de ser política, se supone que de manos de quien hoy es acusado por ella, irónicamente, de aprovecharse de su inocencia.

Sus declaraciones, desde la misma audiencia-rueda de prensa de Venezuela, están calcadas. Juega con las posturas políticas de Nicolás Maduro y le da insumos para los ataques virulentos que este le lanza al país.

Pero no ofrece pruebas. No todavía.

Lo que sí es contundente es su odio por sus antiguos patrocinadores. Ahí no escatima adjetivos.

No se sabe qué de cierto es todo lo que dice. Las autoridades serán las que lo determinen, si un día se aclara su situación jurídica en Colombia.

Pero los enemigos de los Char y Gerlein hacen fiesta. Y en vez de mirar las contradicciones del discurso, usan lo que mejor les favorece para sacar del camino a quienes bien podrían ser sus amenazas políticas en el futuro. Tal cual como en la primera guerra mundial hicieron los oportunistas con la bailarina neorlandesa.

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@AlbertoMtinezM