La sociedad -dice Juan Gossaín- es como un manicomio. A la puerta, con celo riguroso, vigilan los periodistas. Pero ¿qué pasa cuando los guardianes se vuelven locos?

Escena 1: Vicky suelta le lengua

Vicky Dávila estaba de turno. En el libro de novedades aparecía un hecho que, si bien podía no tener implicaciones legales, sí representaba una monumental indelicadeza: la familia del presidente Iván Duque había viajado en avión oficial, con comitiva personal a bordo, a celebrar el cumpleaños de una de sus hijas.

Entonces desenfundó la palabra.

El arma que utilizan estos vigilantes es la entrevista, vale decir, el oficio de preguntar hábilmente para obtener respuestas.

No es un adminículo fácil de manejar. El escritor Gabriel García Márquez había dicho que “es la mujer fácil del periodismo”.

Para contrariar la sospecha, la guardiana hizo lo debido: propuso un formato en vivo que no dejara lugar a respuestas estratégicas. Pero Hassan Nassar, jefe de prensa del Palacio Presidencial, lo aplazó tres días, tiempo apenas necesario para reunir un copioso expediente sobre los periodistas que históricamente han viajado en el avión presidencial. Ahí estaban Vicky y su marido. Y de a poco fue irritando la serenidad en vía de extinción.

Como vocero del manicomio, su misión era defender la loquería. Y para hacerlo se valió de una táctica certera: deslegitimar al mensajero, así lo que demandara referencia fuera el mensaje.

Dávila cometió, entonces, el que Jaime Abello, director de la fundación Gabo, considera que es el peor pecado del periodismo: la soberbia. Y disparó una abrumadora lista de adjetivos insultantes para repeler los ataques. No escuchó más, ni preguntó otra vez. En el monólogo de improperios perdió la información.

Escena 2: Vicky se muerde la lengua

En su segundo día de turno, la guardiana fue a Venezuela. Necesitaba entrevistar a la exparlamentaria Aída Merlano por las muchas cosas que quería decir sobre la clase política de su región.

El chisme era que había dos poderosas familias involucradas. Sonaba picante. Tenía carne. Nada mejor para un nuevo medio que apenas se asoma.

Merlano habló a sus anchas y la periodista nunca interpeló, como mandan los manuales.

De hecho, cuando lo hizo la entrevistada prometió mandar pruebas que nunca llegarían. En la columna del fin de semana, Dávila informó que la señora Merlano se abstuvo de enviárselas porque aumentaron las amenazas contra su familia tras la entrevista.

De manera que al final nos quedamos con una suerte de verdades a medias, invenciones fantasiosas y mentiras elocuentes, comprobando lo que alguna vez dijo el maestro Miguel Ángel Bastenier: “La entrevista es más cercana a la ficción que al periodismo”.

Post Scriptum: Vicky Dávila debió tener ante Hassan Nassar la prudencia que tuvo con Merlano y ante Merlano la altivez que le sobró con Nassar.

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@AlbertoMtinezM