Yuval Noah Harari es uno de los historiadores más influyentes del siglo XXI.

Su trilogía: De animales a dioses: Breve historia de la humanidad, Homo Deus: Breve historia del mañana y 21 lecciones para el siglo XXI, es una de las obras más consultadas por líderes mundiales, académicos y lectores desprevenidos en la actualidad.

En una entrevista concedida a la agencia de noticias EFE, acaba de llamar la atención sobre el verdadero significados de estos días.

Su opinión es que ya nada va a ser como antes. De las decisiones que tomemos en los próximos dos meses, según dijo, va a depender, para bien o para mal, la suerte de los países y del planeta en los siguientes años.

Tengo la impresión de que ya algo está pasando.

A partir de los miedos que ha sembrado la pandemia, los gobiernos estarían reenfocando sus presupuestos a la prevención en salud, mientras las familias le dedican atención al autocuidado que nunca las convocó.

Y la educación, que antes asumíamos como un ejercicio exclusivo de interacciones personales, habría encontrado en la virtualidad la cacareada autonomía del estudiantado en procura del conocimiento.

Pero habría otras señales. Los sistemas productivos habrían levantado los mitos sobre el teletrabajo y encontrado oportunidades desde las gestiones remotas. Ahí mismo, en las factorías de obreros de casco y botas de seguridad, emergería una automatización envolvente como recurso válido para la elaboración de bienes.

La economía, pensada siempre desde la óptica del capital, bien para amparar teorías liberales o recibir las críticas de Rosa Luxemburgo, entendería por fin, que los consumidores no son actores frágiles de la cadena sino la fuerza de un proceso que, al faltar, detiene todas las máquinas.

Y los Estados, viejos transeúntes de dilemas intervencionistas, reencontrarían la naturaleza benefactora que un día los inspiró, al comprobar que, más allá de las estadísticas frías de los organismos encargados de la medición, había en las calles una brecha social insondable que dejaba una hambruna colectiva en la medida en que avanzaba la cuarentena. A ello obedecerían, por ejemplo, las subvenciones que reaparecieron en los discursos, después de haber sido proscritas de la relación estatal porque entregaban malas señales al mercado.

¿No hay, acaso, manifestaciones diferentes en el transporte público, la relación con la naturaleza o el consumo?

¿Era necesario gastar tanto dinero en ropa nueva? ¿Tiene algo de bueno la abstracción social que genera la tecnología? ¿Por qué tantos tumultos en bancos, supermercados o cultos religiosos? ¿No hemos sobrevivido sin poner tanta gasolina en el carro?¿Cuál es el verdadero significado de la familia? ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por nuestra privacidad?

Sí. Algo está pasando. Y llegará el momento en que, a ciencia cierta, sepamos qué.

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@AlbertoMtinezM