Los recogen aquí y allá.
En las bolsas negras está lo que no sirve. Ahí quedaron los desperdicios de la cena, los cartones que empacaron el último obsequio, las flores marchitas que contaminaron sus aguas, las inmundicias de la mascota. ¡Basura!
Cuando se junta una basura con otra, la carga se vuelve más maloliente.
Para el camión no hay remedio, esa es su misión y ese es su destino.
Como los camiones, hay mucha gente que va por el mundo recogiendo pestilencia. Su objetivo es atrapar lo descompuesto.
A esas personas les encanta lo negativo, de manera que ponderan el escándalo y se alegran de la desgracia de los otros.
Por lo general son sujetos chismosos, hablan mal de los demás y tienen afición por la intriga.
Algunos son cizañeros por naturaleza; otros se convierten en el camino, probablemente afanados por intereses particulares o grupales.
Por su lengua viperina pasa la vida de mucha gente, a la que entonces destruyen y pisotean sin miramientos.
Van en un avión. Hay mal tiempo. El piloto lo anunció porque pudo vislumbrarlo en la ruta. Y mientras aquel maniobra para salvar la vida de todos, enardecen a los pasajeros, crean sofismas discursivos y provocan más tensión.
No les importa nada. Ellos mismos pueden morir, pero su propósito es crear el caos. Solo reinan en la anarquía, porque su dialéctica es escasa.
Los psicólogos dicen que carecen de amor propio y por lo general no dimensionan la valía que tenemos todos como seres humanos. La cosas, escuché alguna vez, no son enteramente buenas pero tampoco enteramente malas.
Ellos no lo ven. Solo les interesa el vaso medio vacío.
Y como el camión que recoge inmundicias, cuando abre la boca destile las mismas pestilencias que recoge en su recorrido. No solo gusta de lo que huele feo. Él también tiene sus tufos.
¿Ustedes se acercarían a un camión de basuras? ¿Cuánto resistían sus olores? ¿No tienen la sensación de que, al acercarse, se quedan impregnados de toda esa porquería?
Es un tema de salud mental. Si ya fue afectado, límpiese con el agua y jabón de la sensatez. Algo de antibacterial emocional servirá, porque el asqueroso va a volver a atacar.
Cambien de esas amistades. No traten de cambiarlos porque, otra vez, los camiones de basuras están hechos solo para eso.
La única forma de salirles al paso es con el autocuidado. Evítenlos. No se contaminen. Como huelen tan mal es fácil identificarlos. Sus efluvios se sienten a lo lejos. Las señales son claras: se mofan de todo, cuestionan el trabajo de los otros, hieren con sarcasmos, sospechan, desconfían, desean el mal.
Cuando los perciba, póngase un tapa oídos, cruce la acerca e inclínese ante una flor. Aunque ellos lo nieguen la vida puede tener color y olor de rosa.
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@AlbertoMtinezM