Ligeros de razón. No sigan diciendo que la transición de los medios de comunicación se debe a las facultades de comunicación. No le atribuyan a las escuelas de formación la imposibilidad de algunos periodistas de adaptarse a las cambiantes ecologías mediáticas.

Están hablando, con todo respeto, de lo que no conocen.

Las facultades han hecho muchos esfuerzos por adaptarse a las lógicas sociales, que en muchos casos superan los horizontes locales y los mismos alcances institucionales.

Los planes de estudio, más flexibles y dinámicos, están al día con las demandas, y en la nómina de profesores, para solo citar dos casos, hay profesionales que tienen lo que se ha dado en llamar “contacto con la realidad”.

Podría hablar, también, de los contenidos humanísticos que gravitan sobre los currículos.

Ahí existen también contenidos de razonamiento cuantitativo, segunda lengua y pensamiento crítico, que, con todo, hoy le permiten a las instituciones entregar mejores periodistas a la sociedad.

¿Hay que seguir haciendo reformas? Sí. Con la pausa debida. Sin afanes. Sin correndillas.

Porque los planes de estudio no se construyen a instancias de la crítica de ocasión ni por las nostalgias de los desempleados de la profesión.

Hacerlo de esa manera sería tan irresponsable como las voces alegres que se levantan para pedir que los muchachos ya no vayan más a una facultad.

¿Creen que el problema se resuelve vinculando a profesionales de otros saberes a la labor de informar que le corresponde a quienes se preparan para ello? ¿Es solución –y de qué- desalojar las facultades? ¿La formación fue buena solo cuando se alineó con sus inteligencias sobrenaturales?

No, señores, y señoras. Lo que hoy demanda el país no es menos sino más profesionales.

Profesionales que asuman con ética la tarea ingente de cubrir y contar la realidad, que la sitúen en los debates, que lean las entre líneas de las fuentes, que nutran sus narrativas con el debido equilibrio.

Eso ya está ocurriendo en las facultades.

Lo que viene son profesionales bien formados, que asumieron la cuota de corresponsabilidad que corresponde a la formación y tienen una mejor apreciación de su entorno.

Son profesionales que no se amilanan ante las dificultades y que saben que las transiciones, las suyas y la de los medios, son circunstancias que podrán afectar la vida laboral, pero no la integridad.

Son periodistas que tienen conciencia, como muchos que están en los medios, de que su papel en la sociedad es regentar el derecho a la información. Tienen que mediar las lógicas organizacionales, porque, al fin y al cabo, estas adoptan modelos empresariales, pero saben que se deben esencialmente a los ciudadanos.

Si ustedes se perdieron tanto en el deber profesional como en la necesaria formación, apártense y cédanle el paso. El país necesita periodistas con más grandeza.

@AlbertoMtinezM