Les voy a contar una historia. La del hombre que sancionó la Constitución española de 1812 y en cuyo conocimiento me introdujo mi amigo el historiador José Antonio Moya. Les cuento. Retenido el rey Fernando VII por Napoleón e invadida España por los ejércitos del corso, se constituyen Cortes en la ciudad de Cádiz, las cuales nombran una Regencia para que ejerza el poder en representación del rey en la parte de España no ocupada por los franceses y redacten una Constitución para el reino. Este hombre del que les hablaba fue elegido diputado a Cortes, se trasladó a Cádiz, fue nombrado Presidente de la Regencia y, aprobada la Constitución de 1812, él la sancionó. ¿Cómo se llamaba? Joaquín de Mosquera y Figueroa. Tal vez les suene el apellido, pues dos sobrinos suyos fueron presidentes de Colombia. ¿Dos familiares del Regente de España presidentes de Colombia? Pues sí. Porque resulta que Don Joaquín era natural de Popayán.

Ahora imaginen al gringo Washington, o al indio Gandhi regentes del Reino Unido. ¿Se lo imaginan? ¿No, verdad? Pues en España eso sí pasaba. Que un neogranadino fuera regente del reino. Ahora díganme que lo que ocurrió desde 1810 en Monpox, o 1811 en Cartagena, fue un proceso de liberación de oprimidos americanos que nada tenían en común con los opresores españoles. ¿Oprimidos cuando uno de los tuyos es nombrado máxima autoridad política del supuesto opresor? No caben en este breve texto las montañas de argumentos que demuestran que lo que había en 1800 a ambos lados del océano eran dos mitades de la misma cosa y que tan España era la Cartagena europea en la que yo nací, como la Cartagena de Indias en la que ahora algunos de ustedes me leen.

No les hablaré de universidades fundadas en Colombia un siglo antes de que se creara la primera de los actuales EEUU, en las que había cátedras de lenguas nativas y donde estudiaban indígenas. Ni de hospitales, caminos, ciudades y vacunas como la de la viruela traída a estas tierras por mi paisano Balmis y repartida gratuitamente. Ni de españoles que se hicieron colombianos, como Mutis, porque no distinguían entre una tierra y la otra o que murieron por defender la que sentían su patria, como Lezo. Sólo les propondré una investigación: averigüen quiénes componían los ejércitos realistas e independentistas. Tal vez descubran que la llamada independencia en realidad fue la primera guerra civil que sufrió Colombia.

Para mí la Independencia representa el día en que mi país se rompió. En que mi patria fue desgarrada y repartida entre aquellos que se la quedaron en forma de pequeñas repúblicas que doscientos años más tarde siguen gobernando y expoliando de espaldas a su pueblo al que lo único que dan son excusas de su fracaso en hacer algo mejor que lo que rompieron. Desde el respeto a los sentimientos de los que sí lo hacen, en este Bicentenario yo no celebro nada. Y ustedes, si tuvieran buen sentido, tampoco lo celebrarían.

@alfnardiz