La gente utiliza Youtube para ver videos de gatitos y gente sacando cosas de cajas (es tan fascinante como perturbador lo entretenido que es ver a alguien sacando cosas de una caja). Yo, que soy así de especial, lo utilizo para ver conferencias de Milton Friedman. Y, cuando estoy de humor y busco algo duro de verdad, de Hayek criticando a Keynes.

En fin, el caso es que el otro día vi un comeback (significa respuesta. Lo digo en inglés porque ya se sabe que los intelectuales somos todos unos pedantes) de Friedman a un tipo que le dijo que menudo escándalo que cobrara entrada por sus conferencias cuando en esa institución educativa las conferencias siempre habían sido gratis. Friedman le respondió que gratis no hay nada, que si los asistentes a las conferencias anteriores no pagaron no fue porque las mismas fueran gratuitas, sino porque otras personas habían pagado por ellos. ¿O es que el local, la electricidad, o el conferenciante son gratis? Nada es gratis. Si tú no pagas, es porque otro paga. La cuestión, en un servicio como la educación, no es si se paga o no. La cuestión es quién paga. Si no es el que lo disfruta, será un tercero. Y puestos a pagar, mejor que pague el que disfruta el servicio, ¿no?

Reconozco que Friedman es sensacional. Un tipo capaz de ponerse delante de un auditorio de feministas y decirles, con toda tranquilidad, que la brecha salarial es algo que las beneficia, es alguien digno de ser escuchado. Es imposible que no te convenza, porque sus argumentos son apabullantes en su sencillez y linealidad. No habla raro (vicio muy de profesores), no es aburrido, ni serio (al contrario, se parte de la risa con sus propias ocurrencias) y, aun y sabiéndose intelectualmente superior, siempre se comporta con una educación impecable.

La idea de fondo tras la anécdota narrada es que en un modelo social los servicios que el Estado suministra a los ciudadanos, como la educación, no son gratis. Alguien los paga. ¿Quién? El contribuyente. Y no piensen en los ricos. Piensen en ustedes. El problema es que ese pago puede estrangular la economía al requerir unos impuestos altos. Siendo, además, que tanto quienes van a gestionar el servicio como quienes se van a beneficiar de él no son directamente los suministradores de los fondos, con lo que es posible que ni gestionen tan bien como si el dinero fuera propio, ni aprovechen el servicio tan bien como si lo hubieran pagado personalmente.

¿Moraleja? Pues que es hora de morir, “socialistos” (escúchese una maligna risa liberal). Posiblemente, eso diría Friedman. Yo, sin embargo, que soy liberal, pero me dedico al estudio del populismo, sí que considero que merece la pena pagar por un servicio que otros van a disfrutar. No porque sea justo. Rawls y su justicia como equidad me parece moralina. Hay que pagar porque, si no les das educación pública, salud pública, una calidad de vida mínimamente digna, después votan populista y Petro te nacionaliza hasta los calzones.
Sería mejor tener una economía liberal que no requiriese subsidiar a parte de la población, pero ese tipo de transformaciones no suceden en un día y al populista no lo van a votar mañana, lo están votando ya hoy.

@alfnardiz