Entrevisté a Luis Alberto Monsalvo en las postrimerías de su primer mandato mientras me mostraba las maquetas de las obras que inauguraría. Una de ellas llamó mi atención, no sólo por el proyecto arquitectónico en sí, sino por el cariño con que lo presentó: el Centro de Cultura Vallenata, una obra muy ambiciosa que refleja su interés por nuestra cultura y que desafortunadamente no tuvo el apoyo del Ministerio de Cultura.
Durante la campaña política el año pasado, Monsalvo prometió darle prioridad “A la implementación de proyectos de promoción turística, a la señalización turísticas en sitios atractivos en el Cesar y al trabajo mancomunado para poner en marcha las líneas estratégicas de turismo, como el avistamiento de aves, turismo de naturaleza, musical, rural, cultural y étnico”.
Ahora ha vuelto a la gobernación y en su discurso inaugural volvió a referirse al Centro de Cultura Vallenata. No dudo que esta vez lo saque adelante, pues tengo la idea de que se le ha convertido en una especie de joya de la corona. Si así es, lo aplaudo con fanfarria, igual que celebro su propuesta de crear la Secretaría de Cultura y Turismo.
A alcaldes y gobernadores se les ha llenado siempre la boca ensalzando nuestra cultura, pero de ella sólo les interesa la parranda. Nunca fueron capaces de –al menos- darle esta categoría. La Alcaldía de Valledupar también está en mora de hacerlo, a pesar de que ha sido la cultura lo que nos ha dado realce y significancia, incluso internacionalmente.
El nuevo Alcalde de Valledupar ha nombrado en esta oficina a una persona que también me llena de optimismo: Carlos Liñán, un joven inquieto intelectualmente, licenciado en filosofía e interesado por igual en entender el mundo actual como las tradiciones religiosas, pues al tiempo que hizo un magister en estudios americanos en Sevilla, España, adelantó una investigación sobre el origen de la talla del Ecce Homo que se venera en la vallenatísima iglesia de La Concepción.
Por supuesto, la experiencia nos ha demostrado que el simple hecho de saber de cultura no es garantía de dinamismo y trabajo. Falta ver de qué manera Liñán desarrolla ahora esta oportunidad de trabajar por lo más valioso que tiene Valledupar: su cultura, un campo en el que todo está por hacer, pues fuera de los festivales -el de música vallenata y un par más de emprendimiento local y de gastronomía (este último todavía muy incipiente), y de la magnífica labor que han venido consolidando el Museo del acordeón, la Filarmónica del Cesar, la Fundación Aviva y el Teatro Maderos, todas ellas empresas privadas, la ciudad no promueve las artes.
No hay ferias de libro ni eventos de cine, de documentales, de artes plásticas, de danza o de músicas alternativas, ni hay tampoco una preocupación por el tema patrimonial, material e inmaterial, para lo cual vale la pena reflexionar sobre la creación de un taller de artes y oficios que permita afianzar nuestras tradiciones culturales y artesanales.
En fin, como dicen por ahí, “lo que hay es trabajo”.
@sanchezbaute