En Washington, los vagones del metro viajan solitarios; en Barcelona se acabó el papel higiénico; en NYC hay parqueaderos con las barreras de acceso levantadas permanentemente; en Los Ángeles, los estantes de los supermercados están desocupados; en México, a los asistentes a la Convención Bancaria les entregaron al entrar un frasquito de gel antibacterial; En Holanda se acabó el jabón y el paracetamol; en Portugal, a partir de hoy están prohibidas las puertas abiertas de colegios, universidades, bares, discotecas, restaurantes y todo tipo de comercios.

Tal parece que de repente nos hemos enterado que somos mortales, que sólo importa la vida y que en cualquier momento nos vamos de aquí, igual los banqueros como las estrellas de Hollywood. El pánico es hoy el dueño del mundo. Parece una novela de ciencia ficción o una serie de TV sobre una distopía. Lo cierto es que un minúsculo microbio ha puesto a temblar a la humanidad. Así de frágiles somos. Así de vulnerables.

Preocupa por igual el virus como la recesión que pueda acarrear a la economía mundial. Las empresas están trabajando a medias y las acciones están por el suelo. Los negocios pequeños y medianos enfrentan un gran riesgo de desaparecer y, con ellos, millones de puestos de trabajo.

Hay quienes estamos acostumbrados a trabajar en soledad. Al colombiano promedio, en cambio, le va a costar esfuerzo. Sé de algunos que están tomando la crisis como unas vacaciones, quizá sin ser conscientes de lo que a mediano plazo acarreará esa irresponsabilidad. Para colmo, si los colegios cierran, los padres tendrán que hacer maravillas para trabajar y atender a sus hijos al mismo tiempo. Más difícil será sobrellevar el aburrimiento.

¿Cuánto tiempo realmente durará el confinamiento? ¿Cómo sobrellevarlo? Así fueran tan sólo un par de semanas, la cuarentena incluye confusión, ira y mucha ansiedad. ¿Cuántos matrimonios sobrevivirán a este encontrarse tanto tiempo solos en un mismo espacio? ¡Ah, la cotidianidad! El temor a infectarnos, además de tapabocas ¿nos llevará a usar guantes, a lo Howard Hugues?

El coronavirus también afecta la salud mental. Para esto también hay que prepararse. Lo más complicado será acostumbrarse al silencio. De hecho, el colombiano promedio le teme más a la soledad que al coronavirus. El silencio implica enfrentarse a sí mismo, a los pensamientos propios; implica tener que verse en el espejo interior. El silencio y la soledad hay que alejarlos, piensan, así sea con el cuchicheo lejano de un televisor encendido. Nada nos aterra más que pensar en lo que somos y tener que asumirlo.

El coronavirus quizá ahonde en la crisis del capitalismo en cuanto a que puede frenar el consumismo. ¿Por qué vivir para comprar y valorar la vida sólo a partir del dinero? ¿Vale la pena vivir a las carreras si a la vuelta de la esquina el señor de la guadaña nos espera? Algo estás haciendo mal si no aprendes nada tras regresar del infierno. Ojalá sea esta la oportunidad para que cada quien deje de temer de sí mismo, redefina para sí la palabra éxito y acoja el placer de la soledad.

@sanchezbaute