Llevo veinte años trabajando en la soledad del silencio. Nunca he sido un animal gregario y me anima más la ausencia que hacer parte de. Sin embargo, esta semana hice esfuerzos para concentrarme. La mente divagaba y estuve inquieto, lo que llevó a dejar las tareas a medias. O a no hacerlas. Nunca había sentido este tipo de miedo; a la muerte, sí, pero también a la incertidumbre del futuro, lo que me recordó la vieja frase de Flaubert: “Cuando los viejos dioses ya no existían y el cristianismo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que el hombre estuvo solo”.

No se trata de una simple ausencia de compañía. Más bien de una ausencia de sentimientos, un quedar lelo en la mitad de la nada. Como si, al caer al abismo, el cuerpo se detuviera en el vacío. ¿Qué viene ahora? ¿sobreviviré? ¿Qué sucederá cuando vuelva a ver a los otros? ¿Los abrazaré sin miedo? ¿Quedará ese resquemor de hablarnos a dos metros de distancia? ¿Seguiré temiendo de lo que mi mano toque?

Quizá el mundo no será como lo conocemos. La pandemia está generando una gran recesión mundial de la que quizá el gran perdedor sea EEUU. Europa y China han entendido que es un momento de solidaridad y compasión en el que más vale la amistad entre países que el ego y los intereses personales de sus gobernantes.

De otro lado, la economía de las empresas y el desempleo (se dice que habrá 24 millones de desempleados en todo el mundo), señala desde ahora que, por fortuna, el consumismo frenará, no sólo por razones económicas, sino también porque, lo leo en las redes y lo oigo decir a mis amigos, los intereses no serán los mismos. ¿Seguirá la gente cambiando cada año el modelo del carro, la nevera o el TV, comprando zapatillas de US$500 o pagándole trillones a un futbolista? Seguramente los intereses serán reemplazados por ahorro e inversiones en salud, igual a como sucederá con muchos países que invertirán menos en defensa y más en lo que realmente importa. ¿Colombia destinará más plata a la salud, a la ciencia, a la educación?

El cambio climático, por una parte; esta pandemia, por la otra. Algo nos está diciendo el mundo. Esta crisis es la oportunidad para poner en pausa nuestras vidas. Íbamos tan rápido que parecíamos llevar a cuestas el motor de un Claren Senna o de un Bugatti a full velocidad. Este frenazo, ¿es el terror a enfrentarnos a nosotros mismos; a definir al hombre que traemos por dentro, tan solitario como un náufrago en medio del océano; a saber, cada quien, qué es lo que en realidad lo mueve; a aceptar ese yo interno que por cualquier razón se ha reprimido; a hacer a un lado el miedo por lo que piensen los demás; a vivir sin culpas ni fanfarronerías; a creer que éxito es igual que dinero?

@sanchezbaute