El primer rey que tuvo Colombia no solo fue negro y pobre, sino también protagonista del mayor acto de integridad en el país. Sucedió en Valledupar en 1987. Por primera vez, el Festival Vallenato había convocado a un concurso entre todos los que habían ganado la corona de Rey Vallenato desde su creación. Al final quedaron los que tenían que quedar: Alejo Durán y Colacho Mendoza. El pueblo estaba con el primero; la élite con el segundo. Esto generó desconfianza en Durán, quien sabía de tiempo atrás que Colacho había sido chofer de Armando Pavajeau y de Rafael Escalona.

De modo que tenía en contra no solo el talento de Colacho, que era inmenso, sino su cercanía “con los que mandaban”. Pero algo pasó: cuando interpretaba su última canción ante el jurado, de repente se detuvo. “Me acabo de auto eliminar”, dijo y luego explicó que se le había ido una nota de más, un error que nadie notó. ¿Realmente se equivocó el más grande de los acordeoneros que en ese momento tenía el vallenato?

Muchos sospechamos que, sabiendo que el triunfo estaba cantado para Colacho, prefirió derrotarse a sí mismo, no como un acto de cobardía sino de dignidad, de grandeza. Así lo entendió el pueblo que, luego del triunfo de Colacho, convirtió la plaza Alfonso López en un verdadero campo de batalla. La gente comenzó a tirar piedras, botellas, arena que se trajo desde la construcción de una calle vecina. Hay un video de veinte minutos, grabado por Sergio Araújo Televisión, que muestra el desastre que quedó al final de esa contienda.

Ese video trae también la entrevista inmediatamente posterior a los hechos que se le hizo a cada uno de ellos. La calma, sencillez y humildad de Alejo contrasta con la rabia con que Colacho recibió el rechazo popular. Mi prima Olga Uhía me contó, con su humor característico, que en ese momento iba pasando por ahí y aprovechó para coger a Colacho a cachetadas.

Alejo Durán cumpliría la semana entrante cien años de haber nacido en El Paso, Cesar, el sitio donde se detuvo el acordeón a finales del siglo XIX, luego de entrar por Riohacha siguiendo el camino de Valledupar.

Alejo no tenía más opción en la vida que ser músico: su abuelo fue gaitero; su tío, cantante de parrandas; y su mamá, Juana Francisca Villarreal, cantadora de chandé. En uno de los premiados documentales de Yuruparí, Gloria Triana puso a Alejo a entrevistar a su mamá, una bellísima escena en la que ella cuenta la influencia de la música de tamboras en la música de acordeón. Muchos juglares tomaban estas melodías y les ponían letras, aprovechando que el bullerengue no es narrativo como el vallenato.

A pesar de ser parrandero, Alejo nunca tomó alcohol. Podía pasar tres y cuatro días de parranda tomando en su lugar jugo o gaseosa. Alguna vez le preguntaron por qué y él respondió: “Por razones de honor familiar”.

El 9 de febrero se inaugura en El Paso un museo que lleva su nombre. Habrá parranda de tres días en la que se recordarán todos sus cantos. Ciro Quiroz, otro pasero eminente, está a la cabeza de esta gran fiesta.

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