Colombia, llena de diversidad y regiones, pierde su esencia por el centralismo bogotano. Esto no es una queja pasajera, es una realidad tangible que lleva materializándose desde los primeros respiros de nuestra República. Un país tan plural como este, donde los acentos pueden cambiar drásticamente de un pueblo a otro, no debería tener una tímida organización descentralizada como lo tiene hoy en día, sino un federalismo avanzado que empuje hacia la unidad nacional desde el reconocimiento de las características de sus regiones. Sólo cuando realizamos e integramos nuestras diferencias es que mejoramos nuestra unión. La cúpula bogotana no parece tener el mismo concepto.

A diario en la capital observamos cómo distintos fenómenos sociales cristalizan el hermetismo bogotano frente a la provincia: desde la discriminación racial, pasando por la estigmatización regional en el mundo laboral, hasta la discriminación en los acentos.

Levantémonos temprano, sintonicemos cualquiera emisora nacional, y esperemos escuchar un acento que no sea bogotano. Son ya las 10 de la mañana y con excepción de algunos oyentes que opinan al aire fugazmente, no hay nadie que no hable con acento bogotano. Toda la mesa editorial y los principales periodistas son capitalinos, todos manejan el mismo vocabulario, las mismas expresiones y hasta las cuasi mismas opiniones políticas desde 2600 metros de presunción.

Tristemente, a muchos periodistas oriundos de la provincia les toca “neutralizar” (o camuflar) su acento para tener posibilidades de conseguir trabajo en los grandes medios nacionales. Lo paradójico es que si el periodista es español, nadie le pide que “suavice” su acento para que entre en el molde bogotano. No sólo existe una falta de pluralidad ideológica en las mesas editoriales de los medios capitalinos, fenómeno que hemos repetido en varias oportunidades, sino también una falta de representatividad regional.

Contemos, por otro lado, cuántos provincianos se sientan en las juntas directivas de las grandes empresas del país que tienen su domicilio en Bogotá, en las empresas públicas del Estado o históricamente cuántos han ocupado ministerios gubernamentales. ¿Cómo es posible que, por ejemplo, los departamentos de Nariño y de Chocó no hayan tenido un solo ministro nombrado entre el año 2000 hasta la fecha? ¿Cómo es posible que el Caribe no haya tenido un solo Presidente de la República (con excepción de Núñez)?

Aunque es cierto que Bogotá ha recibido la mayoría del éxodo rural del país, sobre todo en las últimas décadas, y aunque se haya “desbogonatizado” demográficamente en su esencia, su uniforme élite sigue manejando a su antojo el país imponiendo un centralismo cultural, político y económico, pensando que el país comienza y termina en la sabana bogotana.

@QuinteroOlmos