Quienes vieron la película El Cartero, basada en una novela de Antonio Skármeta, quizá recuerden la escena en que el protagonista lee unos versos del soneto XXVII de los Cien sonetos de amor de Pablo Neruda. “Desnuda eres tan simple como una de tus manos, / lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente. / Tienes líneas de luna, caminos de manzana, / desnuda eres delgada como el trigo desnudo. / Desnuda eres azul como la noche en Cuba, / tienes enredaderas y estrellas en el pelo, /desnuda eres enorme y amarilla / como el verano en una iglesia de oro.”

La desnudez siempre ha sido un tema que ha cautivado. Un desnudo -o la exposición de la intimidad- suele sacudir los principios de la moral establecida por la sociedad, por tanto, origina en el ser humano un debate entre esa especie de emancipación a que convoca la percepción sensible, y la rigurosidad a que llama el pensamiento racional. Pero, en últimas, un desnudo es como un punto en que convergen una idea y la realidad, algo que se muestra “sin adornos ni complementos, falto de lo que cubre o adorna”; así pues, ese debate, que es parte fundamental de la naturaleza humana, a veces conduce a revelaciones tan intolerables, que recurrimos de inmediato a la censura.

Entre tantos padecimientos que nos aquejan, la polémica se centró por estos días en torno a la mujer que se desnudó en el páramo de Santurbán. “Hoy, simplemente, nos dejamos seducir por la majestuosidad de la laguna” escribió ella en una de las fotos que produjeron indignación entre usuarios de Internet y habitantes del sector, instando a las autoridades a aplicar una sanción del Código de Policía por comportamientos que afectan la tranquilidad y relaciones respetuosas de las personas. Claro, en un país habituado a los infinitos ropajes que encubren la corrupción y toda suerte de delitos, la desnudez puede resultar insoportable porque nos remite a las verdades que ocultamos. La entusiasta nudista llamada melocotona -que, en mi opinión, lo que más tiene de censurable es ese seudónimo insulso que dista mucho de reflejar las apasionantes actividades con las que asegura ser afín en su perfil de Instagram-, no podría ocasionarle mayor daño al ecosistema del páramo de Santurbán que el que le ocasionan los negociados que arrasan con los recursos naturales. Pero, esa es la Colombia ignorante y prejuciosa que se muestra en las redes sociales, y por un instante de desnudez en aguas de una laguna que ya ha sido profanada de múltiples formas, @melocotona_reyes , lisa, terrestre, mínima, redonda y transparente, como diría Neruda, cayó en desgracia. Entre tanto, las advertencias de los expertos frente a los proyectos de minería escasamente se mencionan, y entre otras muchas fechorías continúan configurándose delitos como la celebración de contratos sin cumplimiento de requisitos legales, e interés indebido en la celebración de contratos. Delitos que, además, ponen en riesgo miles de vidas.

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