Aunque previsto para funcionar obligatoriamente en 2020, desde hace algún tiempo se experimenta en China un sistema de puntos que clasifica a los ciudadanos según su comportamiento.

Cuando uno llega a Chek Lap Kok, el aeropuerto de Hong Kong, puede observar que las personas que tratan de llenar el formato de inmigración mientras hacen la cola, proceden generalmente del tercer mundo. De este mundo libertario y libertino que tiene su propia forma de hacer las cosas, de ganar tiempo, de ganarle al otro, de sacar provecho, de apurar el encuentro con la felicidad que promete un viaje. No obstante Hong Kong fue devuelto a China en 1997, tras los acuerdos en los siguientes 50 años seguiría manteniendo un gran porcentaje de autonomía respecto a las políticas impuestas desde Pekín -nombre adoptado en español para llamar a Beijing-, autonomía que es consecuente con las notables diferencias culturales que las circunstancias históricas impusieron. Pese a esto, los hongkoneses conservan esa posición de respeto frente a los demás que caracteriza a los orientales, son rigurosos con las normas y, sobre todo, disciplinados; de tal forma, los turistas que pretenden diligenciar el formato mientras avanzan hacia el puesto de inmigración, pronto son llamados a retirarse de la fila y a acatar los procedimientos establecidos. Se podría decir que los ciudadanos en Hong Kong conviven bajo el estricto cumplimiento de una ética que preserva el bien común.

De cualquier modo, Hong Kong parece no estar dispuesto a aceptar el sistema de control chino que, como cualquier supermercado colombiano, ofrece puntos que se traducen en beneficios, aunque en este caso también en sanciones; y, después de haber conocido esta ciudad desde distintas perspectivas, podría atreverme a asegurar que en ella los ciudadanos ya tienen incorporado un sistema de autorregulación que lo hace parecer innecesario. Sin embargo, el gigante asiático considera definitivo lo que ha llamado “Sistema de Crédito Social” para consolidar una sociedad que a todas luces está siendo programada para asumir el liderazgo. Así la cosas, los puntos acumulados -o descontados- serán indicios determinantes para fijar la buena o la mala pinta de las personas, y de ello dependerá que tengan trato preferencial en lo público como bancos y hospitales, o, en caso contrario, que pierdan oportunidades en el campo laboral, en el uso del transporte o seguridad social. Un método que el Gobierno chino fundamenta en su desarrollo tecnológico y que rastrea en las bases de datos la actividad de los ciudadanos para moldear su perfil, creando gran controversia porque viola los derechos individuales desde una visión totalitaria. Bastante alarmante. Por acá, en este mundo libertario y libertino todavía es inconcebible tal grado de fiscalización. Pero, por si las moscas, por si sucede, bien valdría revisar nuestra conducta para evaluar en cuál estirpe quedaríamos confinados.

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