Imaginen una empresa que se instale en otra ciudad para aprovechar exenciones tributarias y las ventajas de ubicarse cerca del río y del mar, y que gracias a eso pase de vender 2.700 toneladas en 2012 a 38.000 en 2022…

No fue un milagro. Ocurrió en la ciudad en la que están pasando este tipo de cosas desde hace algunos años atrás: Barranquilla, y entre las causas, además de las antes mencionadas, se encuentra el hecho de estar ahora más cerca del mercado más grande del mundo y de encontrar aquí mano de obra calificada, así como un sector logístico y portuario con capacidad de brindar facilidades y espacios adecuados a diferentes industrias pesadas y ligeras. El resultado: un crecimiento del 1.311 %.

Fue el caso de Jabones Hada, una compañía fundada en Manizales hace más de 60 años, cuya nueva casa es Barranquilla. Aquí cuentan con una planta de 500 empleados y un movimiento exportador que llega a España, México, Perú y, por supuesto, Estados Unidos. La estrategia de relocalización de empresas o “nearshoring” que inició esta ciudad hace algunos años, ha generado que empresas como esta consigan un crecimiento vertiginoso.

El de Jabones Hada no es el único caso. Kannoa, fabricante de muebles exteriores, en 2019 tomó la decisión de mudar su planta del sur de China a Barranquilla, aprovechando el TLC con EE.UU. Además, hace unas semanas, se inauguró la planta de la empresa StepUp, con una inversión de $USD 80 millones, en la Zona Franca La Cayena, desde donde se fabricarán andamios para exportar a Estados Unidos, generando 80 empleos directos.

Me atrevo a decir que tampoco será el último caso de relocalización de una empresa en Barranquilla. Vendrán más, y cada buena noticia de esta naturaleza es una prueba de que estamos yendo por el camino correcto, y, sobre todo, de que no podemos arriesgar la confianza que venimos construyendo hace 15 años.

SetUp, Hada y Kannoa son solo 3 de los muchos casos de relocalización de empresas nacionales e internacionales que se han asentado en los últimos 10 años en Barranquilla y sus alrededores y que pueden llegar a ser líderes de su sector, tal como lo lograron Tecnoglass, Procaps y Sempertex desde hace décadas. Esto es posible gracias a esa sinergia entre una ciudad que ofrece disponibilidad de servicios, vías de acceso, transporte de insumos y productos, condiciones logísticas y de conectividad con mercado interno y externo y, por supuesto, un capital humano cada vez más preparado para las necesidades del mercado laboral y las empresas que se quieren relocalizar en Barranquilla, junto a unas prácticas empresariales ganadoras.

Dos casos más tienen como polo de desarrollo a Barranquilla, aunque los proyectos queden en sus cercanías. En 2024, comenzará a operar en Palmar de Varela la planta más grande de Bavaria, con una inversión de casi 2 billones de pesos, la cual generará 350 empleos directos y 7.000 indirectos. Asimismo, Ternium, fabricante de aceros, se asentó en esa misma localidad, invirtiendo más de $270 mil millones.

Barranquilla y Atlántico conforman una llave que proyecta confianza y estabilidad. Pueden ser, para el país, un enclave de desarrollo manufacturero, tecnológico y portuario que complementen lo que aportan las demás regiones. Ahí está la clave: pensar el país como un territorio en el que cada parte sume de acuerdo con sus fortalezas, y no que representen una competencia entre ellas.

Barranquilla comenzó a cambiar hace más de una década y demostró que cuando hay visión, planificación, ejecución y continuidad, se puede lograr lo que parecía imposible. El camino es uno solo: el de la confianza, la estabilidad, el buen gobierno y las oportunidades para todos.