Aquella conocida expresión, según la cual una imagen vale más que mil palabras, volvió a mi mente hace unos días cuando vi publicada en varios medios de comunicación las fotografías sobre el proyecto que hemos denominado “Coralízate”. Y es que, entre finales de mayo y comienzos de junio, en asocio de entidades e individuos asociados, fueron sembrados 113.136 fragmentos de coral y trasplantados 2.574 adicionales.

El esfuerzo, que se prolongó a lo largo de dos semanas, concluyó en Bahía Concha, cerca de Santa Marta, uno de los múltiples puntos en donde trabajamos para restaurar una riqueza que no podemos perder. Nuestra meta es recuperar 200 hectáreas de arrecifes coralinos en diversas zonas del Caribe y el Pacífico.

En concreto, hablo de sitios como el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina; del Parque Tayrona y la bahía de Taganga en el Magdalena; de las islas del Rosario y de San Bernardo en Bolívar; de la ensenada de Utría en Chocó; o de isla Gorgona en el Cauca, entre otros puntos de la geografía. Viveros y cuidados están a cargo de las respectivas autoridades ambientales, con el apoyo de Corales de Paz y Conservación Internacional.

Todo forma parte del proyecto “Un millón de corales por Colombia”, que se extenderá hasta marzo de 2023. A la fecha contabilizamos 291.968 corales sembrados, lo cual es a la vez una cifra notable.
La justificación de por qué lo hacemos es clara. Los arrecifes de coral se cuentan entre los ecosistemas biológicamente más productivos, así como también de los de mayor biodiversidad. En apenas unos metros cuadrados es posible contabilizar centenares de especies y miles de individuos.

Gracias a este invaluable patrimonio, la vida en todas sus formas puede florecer. El cálculo es que centenares de millones de personas en los cinco continentes y más de 100 países se nutren de los recursos que no existirían de otra forma.
Para Colombia, que cuenta con una extensión de corales estimada en 1.091 kilómetros cuadrados (77% de ellas ubicadas en el Archipiélago de San Andrés) el llamado a la acción es urgente. Los expertos sostienen que un 29% de dicha extensión muestra una alta necesidad de restauración, por cuenta de la sobre explotación, el turismo irresponsable, la alta sedimentación o el uso indiscriminado de redes que barren la superficie marina.

Mención aparte merece el calentamiento global, que eleva las temperaturas en el agua y acidifica los océanos. Una de sus manifestaciones es el blanqueamiento coralino, en el cual se rompe la relación entre el coral y un alga microscópica, llamada Zooxanthellae, de la cual deriva la mayor parte de su alimento.

Frente a tan serias amenazas, no queda otra salida que la de reaccionar. Este proyecto, que demanda la construcción de guarderías, al igual que el involucramiento de la población local que recibirá un pago por el servicio de proteger su entorno submarino, es el camino adecuado para revertir una tendencia preocupante, con respuestas efectivas antes de que sea tarde.

Así laboramos no solo por esta sino por las futuras generaciones de colombianos, con la seguridad de que seguiremos en esta lucha por preservar nuestra riqueza coralina, para que siga siendo fuente de vida y de progreso responsable. Cada fragmento sembrado o trasplantado es un paso más en esa dirección.

Este es uno de los programas que, junto a la meta de proteger el 30% de las áreas marinas del país ocho años antes de lo acordado en la Coalición de Alta Ambición para la Naturaleza y las Personas, pondrá de protagonista a la Colombia azul en la Conferencia sobre los Océanos que se realiza esta semana en Portugal.

*Ministro de Medio Ambiente