Entre asustados y contentos un numeroso grupo de muchachos se apostaba en las puertas de la Heladería El Mediterráneo a esperar que alguien se aventurara a pasar en un carro, o que lo hiciera un osado conductor de la ruta Boston rojo, o del verde Prado Boston.
Un río de agua adobado con maicena caía sobre los temerarios conductores y sus acompañantes. Desafiaban ellos una turba, a veces grosera, que se divertía de lo lindo en la esquina de la calle 72 #47-13, en donde funcionaba la histórica heladería que cerró sus puertas a finales de los 90 y dejó viudos de sus sabores a miles de barranquilleros que degustamos desde niños sus exquisiteces.
Esas tardes de carnaval quedan aún en la memoria de quienes las vivimos en la adolescencia, reprochándolas a veces, celebrándolas otras tantas.
Pero lo más importante de El Mediterráneo no era la recocha de las tardes de carnaval. Por su estratégica posición geográfica, era un obligado punto de encuentro. Siempre había una tertulia que cambiaba con los años, desde su creación por empresarios griegos en los 50. Esos encuentros dejaron infinidad de anécdotas y cientos de testigos que lamentan la desaparición del sitio en donde se enamoraron, conversaron o mataron tardes interminables viendo pasar a lindas secretarias de ajustadas faldas.
Es recordada una tertulia de los 70 con Gossaín y a la cual asistía Fuad Char. Y otras de dirigentes deportivos, abogados y ejecutivos frecuentadas por Juan Pabón, Ramón Jesurun, Carlos Vengal, Ricardo Díaz, el exjuniorista Ottón Alberto Dacunha y Ventura Díaz, entre otros, y por supuesto el controvertido periodista Carlos Lajud Catalán, asesinado vilmente el 19 de marzo de 1993.
El Mediterráneo tenía sus personajes propios. Uno de ellos era ‘el Cabezón’ Garay. Un mesero profesional que acuñaba información era relacionista público y tenía una memoria envidiable para guardar nombres y profesiones de los clientes. Tan popular era Garay que El Mediterráneo tenía vasos de icopor marcados con el rostro, o mejor, con la cabeza de Garay. Y los avisos en EL HERALDO contenían también la imagen del célebre y amable mesero. Todo un señor.
Había platillos especiales como el club sándwich, compuesto por una generosa porción de jugosa carne de hamburguesa de inigualable sazón, que disparaba las papilas gustativas al combinarse con la fresca lechuga y el tomate. Un huevo frito, una lonja de jamón y otra de queso holandés entre panes completaban el apetitoso plato. Los helados propios, como el de piña o la leche cortada expuesta en una vitrina refrigerada, llamaban a su consumo. Ni qué hablar del encebollado o los deditos de róbalo. Las sillas eran pasadas de moda, lo mismo que las mesas, pero la personalidad del sitio y sus sabores todavía perduran en la memoria y en el paladar.
Coletilla sensible: falleció José Manuel Abello Moreno, un arquitecto inteligente y defensor inquebrantable de nuestro patrimonio. Se destacó por sus posiciones críticas al manejo despiadado del espacio público y de los abusos de algunos constructores. Era un férreo opositor a la demolición del Teatro Amira De la Rosa.
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