La verdad es que esta pandemia empobreció al mundo, lo que incluye obviamente a nuestro país. Muy pocos han logrado inclusive hacer ganancias porque tienen la posibilidad de ofrecer exactamente lo que se necesita, equipos de salud complejos, ayudas para actuar identificando posibles contaminados, en fin lo que hoy tiene una demanda infinita, pero son la excepción.
Los demás nos estamos empobreciendo. Sin embargo, el grado en que esto afecta nuestras vidas es muy distinto dependiendo del nivel de riqueza que cada uno ha logrado acumular. Esta aclaración es válida porque ahora resulta que todos somos pobres y requerimos ayudas inmediatas del Estado para sobrevivir.
Si escuchamos a la ANDI que representa a los grandes empresarios del país, según las palabras de su presidente, este sector está a punto de quebrarse y solo puede mantener la nómina de sus trabajadores unos pocos meses más y por consiguiente necesita que el Estado los apoye. Pero cuando escuchamos al gremio de la pequeña empresa que es la mayoría del país, resulta que ellos también están quebrados y no tienen como sobrevivir por lo cual requieren el apoyo inmediato del Estado. Y la lista sigue: los hoteles, especialmente las grandes cadenas que son las que tienen voz, tampoco pueden sobrevivir, Avianca está en lo mismo y así sucesivamente.
Mientras estos clamores de los sectores productivos siguen cada vez con más fuerza hay una realidad innegable. Millones de colombianos que nadie logra saber con exactitud cuantos son, sí se están muriendo de hambre porque en la calle realizan su trabajo para obtener el día a día y la cuarentena les quitó su medio de supervivencia. No tienen solución, porque si salen a la calle la posibilidad de que se conviertan en víctimas de la pandemia es inmensa, en un país donde las pruebas para determinar contaminados y no, van a paso de tortuga. Lo que está pasando demuestra la indolencia de este mundo que durante décadas los ignoró, especialmente en América Latina. El Estado nunca los reconoció y están totalmente por fuera de su radar y no sabe como llegar a ellos. Que ironía, el problema no son los pobres sujetos de las famosas transferencias condicionadas, TMC, que llevan años enviándoles dinero convirtiéndolos en ciudadanos cuya profesión es ser pobres.
Frente a esta realidad es necesario poner la pobreza de todos en perspectiva. No es lo mismo que se empobrezca la gran empresa a que se empobrezca la pequeña. La primera ha acumulado ganancias que tiene que usar ahora antes de pedir socorro al Estado. Tampoco es lo mismo el empobrecimiento de los individuos ricos y de clase media alta que la de los vulnerables, los que viven de trabajar en la calle. Si entendemos esto, es obvio que la prioridad la tienen quienes perdieron su medio de vivir y no reciben apoyos del Estado. Que no se confunda la verdadera necesidad con la capacidad de tener eco en la sociedad y en el Estado. Así de sencillo para que todos dejemos de llorar porque nos empobrecimos.
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