Difícil tomar posiciones sobre las medidas del gobierno en medio de esa situación. Es evidente que el Estado no está llegando a sectores que fueron ignorados por décadas y que por fin entendieron que no eran clase media. Así algunos persistan en ubicarlos en la parte más baja de ingresos de esa categoría, ya se acepta que son individuos con altísima posibilidad de volver a caer en la pobreza. Lo contrario de quienes sí son clase media porque en situaciones normales, no tienen riesgo de vivir sin cubrir sus necesidades básicas.
El Estado finalmente entendió que también son distintos a los pobres, quienes llevan 20 años recibiendo Transferencias Condicionadas como Familias en Acción, Jóvenes en Acción, o mesadas a grupos de adultos mayores en situación de pobreza. Además, apenas se reconoció la gravedad de la pandemia, inmediatamente les enviaron recursos adicionales. Pero al gobierno le costó mucho trabajo entender que estaba dejando por fuera fácilmente a más del 40% de la población. Eso es el resultado del modelo económico adoptado donde lo obvio era que los pobres se volvieran sectores de clase media gracias a los subsidios. Ahora ya está haciendo lo posible por atender grupo social que para el Estado es nuevo.
Sin embargo, la estrategia que diseñaron para apoyar a los vulnerables se enfrenta a grandes dificultades para identificar a los verdaderamente necesitados, y además, le están enviando menos de la mitad de lo que está recibiendo una Familia en Acción. La mayoría de los economistas consultados consideran claramente insuficientes estos apoyos. Con casi absoluta seguridad, los trapos rojos corresponden precisamente a esas familias, hoy confinadas por la pandemia, para las cuales la calle es y seguirá siendo su lugar de trabajo. La prioridad obvia debe ser asegurar los ingresos de este amplísimo sector de población. El problema es que si vuelven a la calle a quién le venden, y además, sube su riesgo de contagio.
El gobierno ha decidido abrir las manufacturas y la construcción; decisión que tiene al país en la incertidumbre porque los que sí saben sobre el manejo de pandemias tienen muchas dudas. Solo dos razones podrían justificar esta apertura. Primero, que los sectores que se reactiven puedan producir lo que la pandemia demanda: confecciones para por fin dotar a los médicos y a los equipos de salud, y desinfectantes y medicamentos que ya escasean. ¿Pero construcción, cueros, equipos eléctricos? No resulta lógico simplemente aumentar inventarios. Se necesitan vías, es cierto. ¿Pero viviendas? ¿Existe una demanda actualmente? Segundo, es que los trabajadores de esas empresas tendrán ingresos.
Pero y ¿qué pasa con los vulnerables? La única alternativa es crear empleos de emergencia para ayudar a este amplísimo sector; probablemente más fácil en el área de construcción. Una política de esa naturaleza mostraría que las prioridades actuales del gobierno son más acordes con las necesidades de quienes más han perdido con esta pandemia.