El presidente Duque ha afirmado que no es el momento de lucha de clases en Colombia, frase que lleva a una profunda reflexión. La verdad es que si algo no existe en nuestro país es precisamente eso, sino algo muy doloroso, con lo cual todos los colombianos nos hemos acostumbrado a convivir generando peores resultados. Lo que sí existe en este país es una desigualdad vergonzosa que se ha convertido para todos en parte del panorama nacional. Es decir, nos hemos acostumbrado a vivir con esa realidad como si fuera irremediable para no pensar que es funcional para muchos.
Esa gran proporción de personas que a duras penas subsisten era ya antes de la pandemia más de una tercera parte de la población, pero en muchas regiones llegaba a dos terceras partes. La pandemia puede tener fácilmente a la mitad, óigase bien, al cincuenta por ciento de la población en esas condiciones precarias lo cual no tiene ninguna justificación en Colombia cuyo PIB es el de un país de ingreso medio alto. ¿Alguien se avergüenza?
Lejos de una lucha de clases lo que existe es todo lo contrario. Por el lado de ese inmenso sector de pobres, lo que se da es resignación producto de generaciones que desconocen lo que es la movilidad social. En otras palabras, aceptan que no existe esa posibilidad de que los jóvenes con mayor educación puedan tener condiciones de vida que los saquen de ese lugar de sus padres y abuelos y los ubique en las clases medias. Sí, es verdad que lograron educarse por lo menos hasta el nivel secundario, pero ese mercado laboral segmentado, esas profundas diferencias con las condiciones de aquellos sectores privilegiados les impiden competir con la fuerza de trabajo de grupos que han tenido mejores oportunidades, y por ello no logran tener mayores ingresos y elevar sus condiciones de vida.
Ahora bien, esos sectores llenos de oportunidades en esta sociedad tan segmentada no se sienten amenazados por los pobres. Por el contrario, se benefician de esa posibilidad de tener a su servicio con bajos salarios a una cantidad de personas que cuidan de sus necesidades básicas. Servicio doméstico con remuneraciones bajas, trabajo no suficientemente valorado que, a pesar de existir obligaciones legales, las evaden, pero eso sí, disfrutan del confort que les ofrece el no tener que hacer, como en países desarrollados, todas esas labores domésticas.
Pero, además, con honrosas excepciones, no es la verdadera solidaridad la que caracteriza a muchos de estos grupos para que realmente en esta sociedad quienes pueden paguen los impuestos que les corresponde para que este Estado pueda responderles a los pobres por sus necesidades como le ordena la Constitución.
¿Lucha de clases? No señor presidente, lo que hay en Colombia es demasiada resignación en sectores que debían tener una vida mejor, y falta de solidaridad de quienes todo lo tienen. Y esa es la realidad que se debe enfrentar con decisión.
PD: Lamento mucho que Lola Salcedo se nos haya ido cuando tenía mucho que aportar. Paz en su tumba.
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