En noviembre nos conmovimos con la destrucción que sufrió San Andrés Isla, pero Providencia quedó destrozada. Se llenaron páginas enteras de la prensa y los noticieros de televisión desplazaron a sus mejores periodistas para reportar la dimensión de esta inmensa tragedia. El gobierno llegó en pleno y hubo imágenes del presidente Duque cargando cajas de ayuda, después se supo que era una sola para la foto, y el anunció con bombos y platillos que la recuperación se daría en 100 días.
La verdad es que según las declaraciones de sus habitantes siguen viviendo momentos muy duros y al paso en que va la recuperación pueden ser varios 100 días antes de que se logre volver a una relativa normalidad. Sin duda se precipitó el gobierno en este anuncio porque quienes tiene experiencia en el manejo de lo público, saben perfectamente que a menos que pongan el super equipo y con todos los recursos humanos y financieros, es imposible cumplir metas de corto plazo. Entre otras, las consecuencias de ese anuncio precipitado son varias. Primero, se generan expectativas que no se cumplen y eso trae unas consecuencias enormes no solo para el Estado sino para las mismas víctimas que pierden la esperanza. Lo segundo, más serio aún, es que si no se reconoce la complejidad del problema no se hacen estrategias de transición que permitan resolver urgencias mientras se vuelven realidad las soluciones más complejas.
La población raizal esta desesperanzada, entre otras porque como afirman sus voceros, se sienten excluidos de las alternativas que se están explorando. Ellos quieren, con todo derecho, defender su cultura, sus costumbres, pero además necesitan estar seguros de que otro huracán no vuelva a causar los mismos destrozos. Pero nadie los escucha ni el gobierno, ni los jueces, ni el país. Esa es la verdad. Providencia salió del radar de los colombianos porque en este país una nueva tragedia cubre la del día anterior.
Pero la pregunta que muchos nos hacemos es donde están los gobernadores de los departamentos de la Región Caribe. Esa es una voz que el gobierno tiene que escuchar si se expresa como vocera natural de una parte muy importante de su región. Entre otras, la única regional natural que nadie se atreve a cuestionar. Pero no, pareciera que este departamento no perteneciera a esta parte del país y no se ha escuchado una sola voz después de los primeros días cuando todos estábamos convulsionados por las imágenes que se veían diariamente. Lo mínimo serían que los gobernadores hicieran el seguimiento de lo que está sucediendo en Providencia, que se convirtieran en veedores de los supuestos 100 días de su recuperación. Si hay un sector del país que no se puede olvidar de esta inmensa tragedia es precisamente nuestra región.