Cuando Colombia se enfrenta a la campaña política más compleja de los últimos 100 años lo que estamos observando en el ámbito político es de llorar. No solo la covid-19 nos ha dejado una huella que ignoramos cuanto tiempo duraremos en borrar para definir el futuro, sino que tampoco se trata de volver a lo que se consideraba como normal. La gran lección que debe ser el punto de partida es que, gracias a ese normal, los costos de esta crisis han sido de los más altos de América Latina, la región mas golpeada en el mundo por la pandemia. El reto es inmenso porque se trata de empezar a construir un camino distinto. En eso no nos podemos equivocar. Además, ha quedado claro que es el Estado y no solo el mercado, como se supuso durante las últimas décadas, el que tiene que asumir esa infinita responsabilidad. Y por ello los funcionarios públicos serán claves.
Pero resulta que en vez de estar construyendo ese nuevo escenario de manera honesta asumiendo cada uno sus culpas, lo que estamos presenciando tiene todos los indicadores del fracaso que se nos viene si no cambiamos el rumbo. Cincuenta candidatos presidenciales es un absurdo que solo se da en países que han bajado peligrosamente los estándares para quienes aspiren al cargo más alto de la Nación. El argumento que señala que se irá depurando el número de aspirantes puede ser cierto, pero mientras tanto de están perdiendo energías escuchando a quienes no tienen nada que aportar. Pero además de este exceso de aspirantes el problema es cómo se presentan ante la opinión pública. A ese punto quisiera referirme porque es muy grave que se continúe con esa línea.
Entre esos precandidatos sí hay algunos que tienen las condiciones para asumir esta responsabilidad. Son la minoría, pero existen. Sin embargo, sorprende que estén sufriendo el síndrome del yoísmo: yo hice, yo dije, yo soy el más capaz. Yo soy el más experimentado, yo manejé crisis, yo, yo, yo. Pero resulta que dada la complejidad de lo que nos espera lo que el país requiere conocer es cual es el proyecto que cada uno ofrece porque sus capacidades de realizarlo serán evidentes en el proceso de presentación de ese gran proyecto de país. En estos momentos donde se identifican crisis en la economía, en las condiciones de vida de amplísimos sectores de la población, donde la guerra volvió con el narcotráfico como protagonista, donde vivir en las ciudades se convirtió también en un riesgo, no hay ni fórmulas únicas, ni una sola idea o una persona que resuelva este drama nacional.
Es fundamental que desde distintos sectores se empiecen a debatir esos grandes lineamientos que desde distintas profesiones permitan abrir ese debate que debe nutrir las campañas políticas. Más que ideas sueltas; propuestas aisladas y personalismos hablando del yo, yo y yo, la contienda electoral tiene que reconocer que a diferencia de las anteriores se trata de encontrar cómo empezar a construir una nueva realidad colombiana. Mayor crecimiento, y respuestas a las deudas sociales y ambientales que tiene actualmente el país.
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