Lo menos que puede afirmarse del viaje al exterior de la exministra Karen Abudinen a pocos días de tener que acudir a una citación de la Corte Suprema de Justicia, es que fue inoportuno. Se va el miércoles 20 de octubre y debía presentarse a la Corte el 3 de noviembre. Supongamos, para darle el beneficio de la duda, que era una salida imprescindible; lo menos que ha debido hacer es ponerle transparencia a su viaje en vez de sacar argumentos que dada su situación no son creíbles. Se iba a exponer como de hecho sucedió, a que dejara razones para señalarla como una persona que huye y que por lo tanto pierde la presunción de inocencia.
Esta actitud es ya un común indicador del talante de muchos de los funcionarios de este gobierno: les importa muy poco lo que la ciudadanía piense y se sienten con la libertad de olvidarse de sus obligaciones como ex funcionarios del Estado comprometidos de alguna manera con un escándalo y actúan como bien les parece. Es decir, es un desprecio permanente por la opinión ciudadana. Pero en este caso es mucho peor. Aunque el país ha sido cuidadoso de no señalarla como culpable de semejante atraco a los ciudadanos colombianos, y dejarle eso a la justicia, lo mínimo que se esperaría de la exministra era una clara señal de su parte de que respondería a las preguntas que la justicia tiene sobre este señor escándalo.
Que le quede claro: ella no es, como lo señaló, una ciudadana del común por varias razones. Era la ministra responsable cuando se presentó semejante atraco al Estado. Segundo, está llamada a dar información, a responder preguntas seguramente claves, sobre uno de los robos más descarados que ya les ha costado a los colombianos, 70 mil millones de pesos. Tercero, los grandes perdedores de este robo son los niños más desprotegidos del país que perdieron una oportunidad que no se ve hasta ahora fácil de reparar y esto es infame.
No hubiera sobrado, en el peor de los casos, una explicación en vez de tratar de salir del país desapercibida, lo que por fortuna no pasó. Los funcionarios o exfuncionarios públicos no tienen corona. Por el contrario, esas altas posiciones tienen un claro contenido de responsabilidad que no cesa cuando dejan sus puestos y menos aún cuando su salida se debió al escándalo del robo de miles de millones de pesos. Por fortuna, como nos han dicho siempre nuestros antepasados, no hay nada oculto entre cielo y tierra de manera que esta salida tan inoportuna sin la mínima explicación posible le ha salido muy caro a la exministra. Es hora de que los funcionarios públicos y aun los de este gobierno que juegan a que nada les importa, midan las consecuencias de sus actos. Ha dejado la exministra Abudinen una estela de sospechas sobre su actuación. Ojalá eso sí le importe. Todos esperamos que de verdad sea una razón válida y el 3 de noviembre se presente ante la Corte.
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