La Región Caribe, toda Colombia, pero especialmente Barranquilla, tienen hoy la gran oportunidad de salir de esta crisis de la política para convertirse en el ejemplo de la depuración de las formas en cómo se accede al poder. Esa equivocada solidaridad barranquillera con quienes han manejado tanto las redes políticas como económicas está esquivando el necesario análisis de responsabilidades frente a los escabrosos episodios que salieron a la luz. Esta tierra tiene que aceptar que es el centro visible de prácticas que por fin son duramente juzgadas y probablemente serán castigadas. La Región Caribe, con historias de clanes políticos cuestionados, abrió sus territorios a esta inmensa influencia de quienes hoy son identificados como protagonistas del entramado que ha levantado el telón de prácticas ilegales. Y toda Colombia donde poco a poco sigue saliendo a la opinión pública cómo líderes nacionales sucumbieron ante el poder mal habido y una red de negocios y acceso donde se toman las grandes decisiones.

Pero como toda crisis abre oportunidades, por qué seguir justificando lo injustificable, cuando la sociedad barranquillera puede dejar de buscar explicaciones que el país sensato no acepta, para reconocer la laxitud con que se han manejado esa grandes decisiones.

Escuchar voces silenciadas por décadas, encuentra ese camino que sirva de ejemplo para construir la nueva historia del ejercicio del poder. Es pasar de este momento oscuro que con razón ve el país, y dar ejemplo de lo que debe ser esa separación entre los negocios y la política. Una respuesta diferente a la pregunta ¿el poder para qué? Reconocer el momento que se vive actualmente y el muy cuestionado protagonismo que hoy tiene nuestra ciudad no es imposible. Porque siempre ha sido nuestra, sin más dueños.

Cuántos ciudadanos que han podido jugar un lugar protagónico no han podido por estas barreras que todos conocemos o no han querido para no contaminarse de los vicios hoy enfrentados.

La Región Caribe, con razón, temerosa de que esta mancha le llegue más temprano que tarde, debe adelantarse y deshacerse de esos clanes perversos que han ejercido el poder, de aquellos que también parten de creer que la política y el enriquecimiento van de la mano, que son aceptables. Finalmente, Colombia sacudida en plena campaña electoral de una manera no prevista, pide a voz en cuello que la política se ejerza de la manera que toca. No es sino leer la prensa nacional para entender que esta vez se llegó demasiado lejos, tanto que el ejercicio político se desvió totalmente de su cauce normal.

Este capítulo debe cerrarse bien para abrir uno nuevo mejor. Barranquilla, la Región Caribe y Colombia tienen que aceptar sus culpas y dejar de lado excusas que no permiten avanzar. No tapemos; seamos parte de la construcción de ese nuevo país que aprende del replanteamiento del poder malsano, que demanda una política transparente, y una economía eficiente sin números amañados para que cuadren las cuentas. Esa Barranquilla arenosa, alegre, solidaria, culta, sin hambre y sostenible que nos merecemos. No es mucho pedir.

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