Actualmente, en medio de la infinita polarización en que está Colombia, sí parece haber un aspecto en que coincidimos al menos una mayoría; esta campaña presidencial es una de las más agrias y desconcertantes que hemos tenido en las últimas décadas. El resultado obvio que se esperaría de aquí en adelante es que no se repita esta forma de competir por la Presidencia de la República.
Pero realmente la única forma de que esto suceda es que identifiquemos lecciones negativas y las separemos de las positivas, si es que existen, para que las próximas elecciones no repitan este capítulo que no s ha tocado vivir a todos, porque difícilmente se puede ser indiferente cuando se trata de elegir al nuevo presidente del país.
La primera lección, hoy más clara que nunca, es que tratar de ganar la favorabilidad de los electores no se logra simplemente desacreditando a los contendores, especialmente a quien por razones que deben estudiarse, va liderando la campaña. Los resultados que hoy muestra la encuesta más reciente refuerzan la inutilidad de esta estrategia. Y de aquí nace la segunda lección y probablemente tan importante como la anterior; es fundamental cuando se entra en este tipo de contienda entender al país, ser objetivo sobre los resultados de la administración que se acaba y determinar a qué aspira la mayoría. Este es uno de los grandes pecados que muchos están cometiendo. A pesar del infinito poder que han alcanzado los sectores de mayores recursos por su gran cercanía a las grandes decisiones del poder público, son en este país una minoría de manera que sus aspiraciones solo deben considerarse como una pequeña parte de lo que el país aspira. Este sector al ignorar la realidad social y económica del 70% de los colombianos que son pobres o vulnerables, se ha equivocado contundentemente en la estrategia de quien representa sus intereses.
No se sabe cuál será el resultado final porque todavía pueden suceder muchas cosas, pero hasta ahora lo que esperaban de su favorito o favoritos no es nada alentador.
Algo muy interesante ha sucedido con las propuestas que todavía no han sido suficientemente analizadas, y esta es la tercera lección. Por estar en medio más de una guerra que de una campaña, sus discusiones no han girado alrededor de las distintas propuestas. Es obvio que los temas sean muy similares porque los problemas que debe resolver el próximo gobierno son los mismos. Pero no se ha preguntado seriamente cómo lograría cada uno de los candidatos el resultado que espera. La quinta lección y la más obvia es que los candidatos presidenciales no se pueden improvisar. Cualquiera no puede aspirar a ser presidente de un país tan complejo y sus deficiencias son obvias desde la campaña misma. El presidente o presidenta debe ser una persona seria, informada, conocedora del país, probada en varios cargos de manera exitosa. Esta es la gran lección para aquellos que no consideran este punto porque votaran en contra. Votar por el mejor, debería ser la base para fortalecer la democracia colombiana tan golpeada durante este gobierno. La respuesta desconocida es si aprenderemos al menos estas lecciones.
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