Si algo necesita este país es empezar a acabar con una de esas guerras a veces oculta y otras de una evidencia dolorosa, que ha logrado partir en dos a los colombianos. Nos hemos acostumbrado tanto a esa penosa realidad que ya la empecemos a tomar como parte del diario vivir dejando a un lado sus inmensos costos. Sin entrar a hacer un innecesario juicio de responsabilidades porque de alguna manera todos hemos contribuido a ello, lo importante es acoger el llamado al Gran Acuerdo Nacional. Muchos ya han descrito su inicio antes de la segunda vuelta cuando personas de muchas orillas apoyaron esta idea, pero ahora a menos de una semana de la elección presidencial, el presidente Petro antes de posesionarse, ya está dando pasos concretos en esa dirección.

La reacción de quienes antes fueron grandes contradictores como el expresidente Uribe quien aceptó sentarse a dialogar, es una señal muy positiva que abre esa luz de esperanza que muchos esperan desde hace muchos años. Una positiva invitación del presidente electo y una respuesta amable del expresidente. Esta reunión tiene un inmenso significado porque hoy desde esa orilla política vienen los mayores esfuerzos para crear desconcierto, inestabilidad y todo aquello que el país no necesita. Donde quedan los trinos destemplados de María Fernanda Cabal, de Paloma Valencia, entre otros, cuando su jefe político abre las puertas de un diálogo.

Difícilmente creen que estos dos líderes el presidente electo y el expresidente estarán de acuerdo en todos los temas críticos porque claramente tienen visiones muy distantes sobre el país. Pero mantener estas posturas opuestas dentro de un debate sin agresiones, sin recriminaciones, es el principio de ese Gran Acuerdo sin el cual es imposible gobernar en estos momentos a Colombia. La generosidad es el punto de partida y el disenso es absolutamente imprescindible porque de esa forma nacen estas estrategias de centro que tanto bien les hacen a los países. Seguirán otros encuentros, por ejemplo, con ese sector privado tan temeroso de un gobierno de izquierda, pero al que también se debe escuchar y explicar.

Lo que cambia el panorama de este Acuerdo es que los pobres no solo hablaron, sino que demostraron su poder político que así se quiera negar, lleva a la imposibilidad de frenar esos cambios inmensos que se han postergado durante décadas. La democracia ejercida en medio de tantas limitaciones le abrió la puerta a los olvidados y esto demostró que la única alternativa no es la calle siempre y cuando rápidamente se empiecen a dar señales de respuestas a sus demandas. Este mensaje lo tienen que escuchar especialmente quienes no reconocen que su indiferencia llevó a muchos a la explosión social que ya se vivió y que tanto temen que se repita. Por ello, todos debemos rodear al presidente electo en este Acuerdo y allí expresar los temores, pero también los aportes que todos estamos dispuestos a dar. No perdamos esta inmensa oportunidad que tiene el país de convertirse en una sociedad solidaria, moderna, dinámica y sobre todo justa.

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