Esos averages que son o parecen verdaderas columnas inderrumbables, de la noche a la mañana se vinieron al suelo, en medio del desconcierto de numerosos aficionados al juego.
Siempre es bueno −al menos bastante provechoso que cuando se habla de un deporte tan “numérico” como son los averages− que hablemos lo que en números se dice sobre la permanencia de esos averages en el paso del tiempo. Hay averages que a simple vista parecían inmunes a la batalla constante del béisbol por derrumbar.
Y resulta que a la hora de nona, esos averages que son o parecen verdaderas columnas inderrumbables, de la noche a la mañana se vinieron al suelo, en medio del desconcierto de numerosos aficionados al juego del bate y la manilla.
Miren ustedes que el récord impuesto por Ty Cobb sobre la suma total de sus imparables, cuando menos se esperaba que ese récord se mantuviera incólume, se vino abajo por la acumulación que el pelotero llamado Chuck Klein tuvo la sensacional tarea de pasar a la historia como algo que se creyó era imposible de batir, pero los hechos se encargaron de demostrar que no hay récord en el béisbol que no pueda ser batido.
Como página inspirada hacia hechos contrarios, en el béisbol hay récords que parecían derrumbables al paso de pocos años y esta es la hora que se mantienen inalcanzables para los mejores bateadores del béisbol.
El gran Joe DiMaggio estableció en los años 30 (si no estamos equivocados) el récord de más juegos consecutivos bateando de hit. Como estamos citando de memoria, toda vez que un inapreciable libro de récords nos fue hurtado por una de esas ‘ratas’ que siempre están al asecho de lo que sea para despojar a sus autores, tenemos la duda de si fueron 56 o 58 juegos los que DiMaggio bateó entre 1938 y 1942.
Ese récord que parecía fácil de batir, esta es la hora que permanece airoso como un penacho al viento porque nadie lo ha hecho pasar a la historia.
Los récords considerados de un gran empuje como son, primero los 714 jonrones de Baby Ruth, luego el establecido por Hank Aaron (755) y el vigente impuesto por Barry Bonds, que es quien ostenta la marca con 762.
Los partidarios del ‘Bambino’ no han cesado de lamentar que se hubiera ido del béisbol porque tenía ganas de ser mánager de los Yanquis de Nueva York, cuando bien ha podido haber aumentado esos 714 en alrededor de 100 bambinazos más.
Una demostración palmaria sobre que eso era más que posible está en la jornada suprema de Ruth, cuando en su último día cometió la gran hazaña de cañonear tres cuadrangulares cuando andaba cerca de los 40 años. Podríamos comentar otros récords ofensivos que se vinieron al suelo, por lo que hemos dicho, no hay marca indestructible, pero el espacio no lo permite.