Sumado a todos los efectos de la pandemia en este 2020, nos hemos visto abocados a un clima de muchos altibajos, lo que sin duda, ha repercutido en los sectores productivos del país.

Un primer semestre en Colombia de pocas precipitaciones, especialmente entre enero y mayo de 2020, periodo en el que los volúmenes de precipitación fueron bastante bajos. Una primera temporada de lluvias que poco se sintió, afectando sectores como el agrícola, el pecuario y el energético, entre otros. En el balance de país, los déficits más significativos (entre un 40 y un 60%) durante los 5 primeros meses del año, se presentaron en zonas de los departamentos de la costa, destacándose amplias áreas de La Guajira, Atlántico, Sucre y Córdoba. En la región Andina, en general, el déficit estuvo entre el 20 y el 40%, mientras que en la Pacífica se acercó a lo normal, lo que sugiere señalar que fue la zona en donde más precipitó durante ese primer semestre.

Como anécdota, la infortunada noticia en medios de comunicación de un posible racionamiento de energía hacia final de 2020 y comienzos de 2021, situación que prendió las alarmas por el impacto socioeconómico que esto puede ocasionar; sin embargo, más allá de los bajos niveles que mostraban los embalses en el final del primer semestre, la información carecía de bases conceptuales sólidas.

Normalmente desde abril-mayo es común empezar a ver el tránsito de ondas tropicales, las cuales se originan muy cerca de África y comienzan su viaje hacia el oeste. En su paso por el país, dependiendo de la presencia de otros sistemas meteorológicos, influencian la ocurrencia de fuertes precipitaciones. Una mayor frecuencia en el paso de ondas tropicales, ocasionó desde junio un cambio hacia condiciones más húmedas.

Ahora bien, desde mayo, instituciones especializadas a nivel internacional, “presagiaban” una actividad ciclónica importante en el Atlántico, mar Caribe y golfo de México. En agosto con una mayor certidumbre y con muchas más señales, se ajustó el pronóstico de la temporada de ciclones tropicales; no obstante se superó cualquier expectativa, siendo la de mayor número de eventos en la historia. Es reconocido el impacto nefasto de IOTA en la isla de Providencia y la influencia tanto de este sistema, como de ETA, en lluvias extremas en diversas zonas del país, lo que ocasionó situaciones de emergencia.

Pasamos entonces de un escenario muy deficitario durante el primer semestre, a uno de excesos de precipitación en el segundo semestre del año, teniendo desde hace un par de meses, el desarrollo de un fenómeno Niña en el Pacífico tropical que ha comenzado a dejar estragos. La variabilidad climática del presente año, nos ha evidenciado la dificultad para entender el clima de nuestros territorios y la imperiosa necesidad de fortalecer el conocimiento con análisis sectoriales y un mayor nivel de detalle. En ese sentido, el panorama es poco claro y preocupante, pues más allá de que sea reconocida dicha situación, no se realizan los esfuerzos del caso para contrarrestarlo. Hay mucho “discurso” de variabilidad climática y cambio climático, pero el desconocimiento a nivel de tomadores de decisión es notorio.

@ChristianEuska

*Meteorólogo VIDEOCLIMET