El nuevo informe publicado por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), deja conclusiones que ratifican ese panorama preocupante ante las evidencias cada vez más notorias de un clima cambiante.

De acuerdo con el IPCC, si se redujeran drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, algo que por ahora no es muy probable, dicha situación no evitaría que el calentamiento del planeta continúe su incremento en los próximos 20 años. No obstante, podríamos tener una esperanza de no sobrepasar ese 1,5°C que se ha fijado como “meta” en diversos escenarios de naciones unidas.

Tristemente con una proyección que es optimista desde todo punto de vista, estaríamos ante un escenario de olas de calor más frecuentes que pondrían en peligro la vida de cerca de 1000 millones de personas; asociado a ello, cientos de millones más, tendrían graves problemas por desabastecimiento de agua debido a sequías más intensas.

Ante ese escenario de acuerdo con el informe, algunas especies animales y vegetales desaparecerán, mientras que los arrecifes de coral, sufrirán con mayor frecuencia muertes masivas. Así mismo, podemos esperar en los próximos 20 o 30 años un aumento significativo de eventos extremos que ocasionan desastres.

Con una repercusión importante a nivel mundial, en la semana que termina se ha emitido el informe referido, con base en un número significativo de estudios científicos, convirtiéndose en el informe más completo, robusto y veraz sobre cambio climático, el cual debería ser tomado en cierta forma, como una hoja de ruta en términos de la adopción de medidas de mitigación y adaptación, buscando niveles de resiliencia que nos permitan en un momento dado, ser cada vez menos vulnerables.

No obstante, para poder relacionarlo y aplicarlo en los diferentes niveles territoriales se requieren estudios más puntuales con análisis de datos suficientes que nos permitan “ligarnos” de alguna forma a los resultados del IPCC, sin que esto quiera decir que bajemos la guardia en mitigación, y sobre todo en adaptación.

Por ahora, sigue habiendo una brecha importante, pues la información de entrada desde lo climático sigue siendo “gruesa” en términos de escala. Para ello, es necesario seguirle apostando a buenas series de registros, no solo en cantidad, sino también en calidad. En ese sentido, se debe asegurar que se pueda integrar la información climática del país, pues existe recelo en algunos sectores para ponerla a disposición del IDEAM. No sobra decir, que es imperativo que se gestionen los recursos necesarios para tener una red hidrometeorológica que permita tener más elementos de juicio para la toma de decisiones.

Ahora bien, se hace necesario una validación en el corto plazo de los escenarios de cambio climático, pues aunque es claro que se parte de modelos que simulan muy bien la climatología, no necesariamente se asegura que se cumplirá lo proyectado a 2040, 2070 y 2100. Mientras no tengamos información de buena resolución desde el punto de vista climático, seguiremos planificando con escenarios que no logran el detalle requerido en muchos de los municipios del país y en esa línea podemos seguir dando “palos de ciego”. ¡Qué incertidumbre!