De manera reciente, la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, ha dado a conocer los resultados de una investigación en América Central sobre la influencia del clima en las migraciones. Aunque el peso fuerte de las mismas, está asociado a múltiples aspectos socioeconómicos, se le empieza a dar preponderancia a los cambios en las condiciones climáticas, lo que al final repercute en múltiples dificultades abriendo la posibilidad de desplazamientos que podrían enmarcarse como “forzados”.

Si bien resulta ser algo novedoso, desde 1990 la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), ha estado llevando a cabo investigaciones en el área de la migración, el medio ambiente y el cambio climático, apoyando el desarrollo de políticas y de prácticas basadas en evidencias. Durante la última década la relación entre el cambio climático y la migración ha ganado una mayor visibilidad y ahora hay mucha más conciencia de la necesidad de abordar este tema complejo.

De acuerdo con el estudio referido, la mayor probabilidad de desplazamientos se registra al interior de las naciones. En ese sentido, las incertidumbres frente a las condiciones climáticas, acentúan esa probabilidad de desplazamiento a zonas en donde pueda haber una mejor oferta climática; sin embargo, ante una determinada movilización es probable que se encuentre una mejor disponibilidad del recurso hídrico, pero puede no resultar del todo exitoso para quienes buscan mejores opciones agrícolas, pues la variabilidad climática y el cambio climático inciden en variaciones notorias frente al ciclo anual de las precipitaciones y con ello es más complejo planificar un determinado cultivo.

En Colombia el abordaje y desarrollo del tema es aún incipiente, pues la pobreza, la falta de oportunidades y el conflicto armado, entre otros, da lugar a que pueda perderse esa señal. No obstante, como manifestó Corpoica: “Al campesino se le han trastocado las temporadas de más y menos lluvias, y lo que conocían del clima de su región ha cambiado, lo que los hace cada vez más vulnerables”. Dicha situación conlleva a un escenario de total inseguridad, lo que de a pocos, va minando esas capacidades y fortalezas de las comunidades rurales forzándolas a pensar en otros rumbos geográficos y productivos.

Otra situación muy evidente se presentó durante el Fenómeno El Niño 2015-2016 cuando muchas de las fuentes hídricas disminuyeron notablemente sus niveles, sumado a olas de calor de varios meses y una sequía extrema que obligó al desplazamiento. Hay algunas notas periodísticas sobre el tema, que infortunadamente no tuvieron la repercusión que deberían tener.

Desde una óptica opuesta, la sequía estacional que enfrenta La Guajira especialmente en su parte media y alta, más allá de la influencia que pudiese tener por cambio climático, ha sido históricamente resiliente con esas condiciones predominantemente secas.

Conclusión: Debemos seguir promulgando un eficaz y eficiente monitoreo meteorológico como base fundamental de los estudios de variabilidad climática y cambio climático. Sin datos, todo se convierte en estimaciones, lo cual en muchas ocasiones difiere de la realidad. ¡Empecemos por ahí!