Alfredo Sabbagh F., columnista de EL HERALDO, escribió en su cuenta de Twitter: “Una cosa es la opinión y la otra la especulación. La primera lleva datos y pruebas. La segunda lleva chismes”.
Al estar de acuerdo con lo anterior no podría escribir esta columna diciendo sin fundamento alguno, o sea como chisme, que en la ciudad no hay una “cultura del concreto”, a pesar de que unos repiten lo contrario, como estribillo de mentira para ver si lo convierten en verdad.
Si por “cultura del concreto” entendemos que miles de barranquilleros tienen vías pavimentadas en sus barrios, a los que hoy pueden ingresar ambulancias para atender a un enfermo o a una mujer que va a parir; que los niños pueden ir a la escuela sin tener que recibir como buenos días un baño de barro en sus pies; que sus padres no tienen que quitarse los zapatos y caminar cuadras enteras para tomar un transporte que los lleve al trabajo, y que esas calles, sábados y domingos, son las plazas de la cuadra donde juegan partidos memorables de bola e trapo, entonces estamos de acuerdo con esa cultura.
También la compartimos porque por fin tendremos canalizados la mayoría de los mortales arroyos. Gracias a estas obras los vecinos de las furiosas corrientes tendrán un mejoramiento urbanístico en su entorno, elevando su calidad de vida, cuando antes en cada invierno lo único que tenían era una amenaza que hasta cumplía el despropósito de ser un atractivo turístico.
Estar en contra de estas y de decenas de otras obras al afirmar que hay una “cultura del concreto” porque no se atiende lo social, nos obliga a revisar cifras para ver si eso es cierto o es una especulación.
Indicadores publicados por la Alcaldía y otros tomados incluso de ‘Barranquilla Cómo Vamos’, que comparan el periodo 2008-2016 con el de 2000-2007 nos informan que en el sector de la primera infancia el número de niños y niñas atendidos aumentó el 100%; en educación la cobertura oficial creció un 19,92% y la alimentación escolar tuvo un incremento del 565,3%.
El número de estudiantes beneficiados con ofertas de educación superior se incrementó en 1.294,25%, mientras que la atención de los adultos mayores subió en el 318,87%, y la población en condición de desplazamiento ha sido atendida con un crecimiento del 830,23%. En salud, la población afiliada aumentó en el 100% y para el periodo 2008-2016 se construyeron 27 Pasos y Caminos, que generaron 3.000 empleos, mientras que la tasa de mortalidad infantil disminuyó el 17,32%.
En el campo cultural la población beneficiada aumentó en el 334,67% y en el deporte se incrementó en el 99,63%.
La intervención en parques creció el 992,30%; la titulación de predios, el 175,18%; el espacio público recuperado se incrementó al 700,31%, y los empleos generados por medio del plan de infraestructura crecieron al 900%, lo que ayudó a que el índice de pobreza haya disminuido en un 50,11%, mientras que la pobreza extrema se redujo en el 69,23%. Sin que estos sean los únicos resultados porque hay más logros, para el periodo 2008-2016 la mortalidad materna se redujo en un 27%, mientras que el número de viviendas de interés social creció en el 519,93%, en tanto que el número de colegios modernizados aumentó en un 1.666,66%.
Falta mucho, sí; que hay más por hacer, también, pero las cifras demuestran que la tal ‘cultura del concreto’ no existe. Decir lo contrario no solo es especulación, sino chisme.
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