Dos tristes noticias han enlutado al periodismo deportivo en esta última semana del mes de marzo. La muerte tiene esos caprichos y a veces te coge por sorpresa, y como en los días que corren casi nunca tenemos tiempo para nada, entonces nos arrepentimos de lo que no fuimos capaces de hacer. Y es cuando toca decir todo lo que hubiéramos deseado decir en vida.

Dilia Esther Bolívar falleció el pasado miércoles después de padecer esa maldita enfermedad que rara vez perdona. La conocí poco, pero lo suficiente como para descubrir que era una mujer con una fortaleza admirable. Trabajé con ella durante los Juegos de Barranquilla 2018, en donde demostró que estaba dispuesta a darlo todo. Estaba pendiente de si los voluntarios habían comido o no. Pasó muchas horas en el Parque de Raquetas porque ella amaba el tenis.

También se aparecía a última hora de la noche en el Centro de Medios, en Puerta de Oro. “¿Necesitan algo muchachos?”, preguntaba. Tenía prisa por vivir porque sabía lo que tenía, pero luchaba por superarlo. Quería disfrutar de esos Juegos. Así que hizo fotos, siguió recorridos de la antorcha, entrevistó a personajes, atendió a la prensa y no paró hasta conseguir escribir una crónica dedicada a Antonio Cordonnier, director técnico de la Liga de tenis del Atlántico. Y cuando ya la página web de los Juegos estaba a punto de cerrarse el 3 de agosto, Dilia entregó su reportaje. “Pon la foto de día, es la mejor. Ya te mando el repor” dice su último correo. No hay amigo de Dilia que no la recuerde con cariño, pero especialmente lo que jamás hay que olvidar de ella es su sonrisa, su pasión por el periodismo y su entereza.

No tan íntima es la historia de Rafael Henzel, un periodista brasileño que fue una de las seis personas que sobrevivieron del accidente aéreo en las montañas de Medellín el 28 de diciembre del 2016, y en el que fallecieron 71 personas, entre ellas una gran parte del equipo de fútbol Chapecoense. Henzel en su perfil de twitter tenía dos fechas de nacimiento. Una, la del día que su madre lo tuvo (25/08/73), y la otra, el día que vio que no estaba muerto, que había sobrevivido a ese accidente mortal. Desde aquel día fue un apasionado de su profesión, que cada día hacia un homenaje a la vida. Pero le falló el corazón jugando fútbol, su deporte favorito, y como Dilia también se fue a los 45 años.