En los años setenta del siglo XX, los científicos James Lovelock y Lynn Margulis desarrollaron la Teoría Gaia –nombre de la diosa que personifica a la Tierra en la mitología griega–, para referirse a que el nuestro es un planeta vivo debido a una extraordinaria e inestable mezcla de gases entre su corteza y la atmósfera alrededor, que crean las condiciones para que se dé la vida. Lovelock tuvo la oportunidad de trabajar con la Nasa en la investigación sobre vida en Marte y concluyó que su perfil atmosférico era el de un planeta sin vida porque todas las reacciones químicas posibles entre los gases se habían completado mucho tiempo atrás.

Antes de esta teoría, se acuñó el término Ecología –viene del griego Oikos: casa–, que es el estudio del Hogar Tierra, de las relaciones que vinculan a todos sus miembros. Es muchísimo más que sembrar un árbol, cuidar una fuente de agua, o no echar basura a la calle. La ecología ha dejado de ser un concepto antropocéntrico para convertirse en paradigma ecocéntrico, o sea, centrado en la Tierra. Es una visión holística del mundo que reconoce la interdependencia entre todos los fenómenos y también que, como individuos y sociedades, estamos inmersos en los procesos de la naturaleza. Es lo que se denomina Ecología Profunda para diferenciarla de las “políticas ecológicas”.

Ha transcurrido un tiempo considerable entre el desarrollo de estas teorías, y otras más, que dan un informe actualizado del estado del planeta en que vivimos, con el fin de concientizarnos sobre la gran necesidad que tenemos de replantear nuestra propia visión del mundo para entender las verdaderas proporciones de lo que dicen los científicos a cada rato con respecto al medio ambiente. La verdad es que “fingimos demencia” y negamos la realidad.

No deja de ser preocupante el vaticinio de científicos de la talla de Stephen Hawkins, quien dijo antes de morir que a la Tierra le quedan unos 200 años de vida útil y que debemos apresurarnos en conseguir un planeta alterno para ver cómo nos trasteamos para allá. Eso es casi apocalíptico, pero una realidad si le damos crédito a un científico como Hawkins, y muchos más que están alertando desde hace algún tiempo sobre el estado real de nuestro planeta.

El pasado 5 de junio se celebró a nivel mundial el Día del Medio Ambiente, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas desde 1972, con el fin de sensibilizar a la población del planeta sobre temas ambientales para que sean gestores de un desarrollo sostenible y equitativo del medio ambiente como garante para sostener la vida. Una sociedad sostenible es aquella capaz de satisfacer sus necesidades sin disminuir las oportunidades de generaciones futuras.

En nuestro país ni nos dimos por enterados de este día, las cabezas están más electorales que ecológicas. Eso del medio ambiente no nos preocupa, son “vainas de los científicos”.

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