El pasado miércoles 5 de octubre, unos días después del plebiscito, los estudiantes de todo el país protagonizaron una movilización masiva apoyando el acuerdo de paz. Cartagena no fue la excepción. Alterna a la generosa marcha, algunos convocaron a un plantón frente a la iglesia Ríos de Vida, cuyo pastor –Miguel Arrázola– es ampliamente conocido por su participación política apoyando el ‘No’ al plebiscito y por su satanización de manifestaciones culturales. Como la convocatoria de la marcha tuvo mayor acogida, pocos estudiantes llegaron a manifestarse en el plantón contra la iglesia. Eran apenas unos veinte jóvenes en una protesta pacífica con carteles que decían “Creo en el Dios que es amor. No más guerra político-religiosa”, “Ni un día más. Queremos paz”, y “Colombia, Estado laico”.
Lo que pudo ser una manifestación más apoyando los acuerdos de paz y cuestionando el papel que algunas iglesias evangélicas han tenido en este proceso tomó otro matiz. Un Mazda 6 de color gris se estacionó y desde adentro un desconocido empezó a grabar a los muchachos. Luego, en lo que se constituyó en una amenaza, desde otro carro un hombre les dijo “Sepan que ‘los Pepes’ todavía existen, los que mataron a Pablo Escobar, sepan que los vamos a joder”. Varias camionetas daban rondas. Pese al temor, los jóvenes seguían haciendo sus carteles en papel periódico y los ponían en el parque a la vista de todos.
Llegaron dos hombres. Uno de ellos tenía un radio y se comunicaba constantemente con alguien. El otro, vestido de color oscuro y gorra negra, grababa a los estudiantes. Uno de los jóvenes le invitó a acercarse para que pudiera ver el contenido de los mensajes, pero el hombre le respondió “Yo para qué quiero ver esos carteles, yo lo que quiero es ver tu carita para guardarla”. A esa altura de los hechos la intimidación no era un error de percepción. Los estudiantes sintieron la amenaza frontal. Por razones de seguridad decidieron retirarse del lugar, pero uno de los estudiantes inició una discusión con el hombre del radio. Era un cruce de palabras que aumentaba la tensión. El hombre de la gorra negra hizo un intento de llevarse la mano a la parte de atrás del cinto del pantalón y dejó ver una pistola. Estaba armado. Un uniformado de la Policía que estaba en el lugar se acercó y el hombre se arrepintió de sacar el arma. Pese a que los estudiantes le solicitaron que requisara a los desconocidos, este se negó, dijo que él no había visto nada y que debía salvaguardar su propia seguridad.
¿Quiénes son los hombres que intimidaron a los estudiantes aquella tarde?, ¿por qué uno de ellos estaba armado?, ¿tienen acaso algún vínculo con la iglesia Ríos de Vida o con el pastor Arrázola?, ¿por qué ‘los Pepes’, o cualquier otra estructura criminal, querría emprenderla contra jóvenes que protestan pacíficamente contra una iglesia? Por ahora la seguridad de los estudiantes está en manos de Dios, falta hacer la pregunta: ¿Dios en manos de quién está?
@ayolaclaudia
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