Hace años que no he vuelto a Granada. Pero en esta tarde de nostalgia, mirando una foto tomada en la cocina de mi inolvidable tía Isabel, recuerdo que ella me hablaba mirando la Cuesta de Aixa, la calle a la que daba la ventana donde yo me asomaba: empedrada, cuesta difícil, solitaria y misteriosa, como debió ser, según mi imaginación, cuando Aixa, la madre de Boabdil, el Rey Moro poeta del Gran Reino Nazarí de Granada, que, al verlo llorar cuando abandonaba la Alhambra tras su rendición a los Reyes Católicos de Castilla, ella le recriminó: “llora como mujer lo que no has defendido como hombre”.

En el testimonio de la grandeza del “palacio de los palacios” andalucíes, se sigue celebrando la conmemoración de los mil años de pérdida de aquel palacio que continúa siendo la maravilla en la Exposición Nazarí del Arte y Cultura del Al-Ándalus: el poder de la Alhambra. Mil años del reino de Granada resaltando lo que fue desde el Califato de Córdoba en el año 1013 hasta su ocaso en Granada en 1492.

No importa en qué aniversario estemos, desde aquella pérdida árabe hasta esta fecha donde la Granada que todos los poetas han cantado, sigue teniendo en su espíritu la magia y la nostalgia de aquel Boabdil Rey Moro, al que su madre le recriminó ante el dolor de su pérdida: “llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre”.

Mil años de cultura. De historia. Patrimonio que nos ha sumergido no solamente a la España mora y cristiana, sino a todos los que, da igual qué patria, religión o ideas siguen enamorándose de las maravillas del tesoro árabe que más ensoñación despierta entre todos los que lo visitan, sea cualquiera su identidad, su origen o su ideología.

El presidente de Andalucía, en una ocasión, se refería a este hecho: mil años de cultura de nuestra historia y nuestro patrimonio que nos han sumergido en el pasado para dar sentido y proyección al futuro. Mil años de historia que nos han ayudado a entender quiénes fuimos, quiénes somos y, sobre todo, quiénes queremos ser. Quién pudiera volver a Granada. En estos mil años de la historia no ha debido haber ni un hombre, ni una mujer árabes, que al visitar la Alhambra no haya llorado en su corazón por la maravilla perdida. El tesoro más preciado del Al-Ándalus. Alma y ensoñación de cualquier andaluz que se precie de serlo y de cualquier espíritu abierto a la admiración de la belleza del sur de España que el pueblo árabe hizo realidad: Andalucía.

Mil años no son suficientes para consolar de la pérdida, de la ensoñación, que desde sus amaneceres, hasta las noches mágicas en las torres de la Alhambra, supone para el espíritu árabe quedarse sin Granada. Su Granada. Y la de todo el que la ha conocido. Imposible de olvidar y sacarla del corazón.