Mientras doy los buenos días a la mañana que llega, releo sobre el aniversario, ya 62 años, del día en que una mujer negra, en los Estados Unidos, tuvo la osadía de sentarse en el asiento reservado a los ciudadanos blancos en un autobús de línea. Un gesto tan sencillo y, que cambió el mundo: Rosa Parks: un impulso de mujer. Le costó una noche de cárcel y una multa de 14 dólares. Desde aquel 1 de diciembre de 1955, han cambiado mucho las cosas, en aquel entonces, Rosa Parks tuvo que pelear su asiento al que por ser negra no tenía derecho, según las leyes estadounidenses de aquel tiempo. Cincuenta y cinco años después Obama, en el acto conmemorativo de aquella odisea que suponía la acción de Rosa Parks venía a decir: “si no hubiera sido por ella, y su valentía, yo, no estaría hoy aquí”.
David Remnick en su biografía, descorre la cortina para mostrarnos a Barack Husein Obama surgiendo desde el anonimato, nadie sabía nada de él, para llevarlo a una de las campañas más interesantes de nuestra historia contemporánea. El mundo entero siguió al joven negro con nombre árabe, que tenía el valor de enfrentarse a Hillary Clinton, la primera mujer con posibilidades de alcanzar la presidencia estadounidense, a la que él, en una lid ejemplo de honradez, dignidad y entusiasmo, llegaría a derrotar. Su lema de “Sí, podemos” despertó la ilusión y satisfizo la necesidad de heroicidad, sencillez y por sobre todo, honradez, de un hombre joven que quería realizar un sueño y confirmaba la convicción de que “sí se podía”. Y contra viento y marea se enfrentó, a pesar de la incertidumbre, a la candidatura por la presidencia de su país. Ese acto de fe en la sociedad norteamericana que simbolizaba la encarnación de la esperanza global por una figura honesta y clara, le llevaría a ser el presidente del primer país democrático con las posibilidades de que el color de la piel no importaba a la hora del cambio social.
Se comentaba que cuando no había cámara de televisión cerca de Obama, él hablaba más deliberadamente. En su discurso de posesión escribía las primeras líneas de lo que sería su mandato: “fundamentalmente diferente de la historia de muchos grupos minoritarios, en otros países, no hay equivalente, sobre todo en esa sensación de que mediante la liberación de los peor situados, la sociedad entera se transforma para mejorar. Y en ese sentido quiero intentar comunicar que aunque nuestros sueños aún no se han hecho realidad, yo sigo intentándolo porque aunque no hemos llegado, el viaje continua”.
La historia de la vida de este hombre que lo convirtió en el más poderoso del mundo, representa un modelo de modernidad capaz de encarnar la esperanza y la realidad de igualdad entre todos, que reflejaba la llegada a la presidencia de un hombre de color que renunció a hacer de la raza su bandera y que todavía hoy, sigue siendo enseña de que en el mundo actual el color de la piel no importa.