Bolívar, por estos días está en la televisión y también en mi mesilla de noche. En su biografía, por el admirado e inolvidable escritor Germán Arciniegas, que nos ha dejado el regalo del personaje emblemático de Bolívar el Libertador. Tuve la suerte de que el maestro Arciniegas, uno de los escritores más preclaros en el mundo de las ideas, inaugurara la Cátedra, La Asociación Costeña de Debates, en la Universidad Metropolitana, desde su enseña de periodista que entre su rico legado nos ha dejado una semblanza única sobre el Bolívar revolucionario, “el guerrero del siglo”. Entonces, en su conferencia inaugural, nos habló del “caudillo” que en 1812 desembarca en Cartagena. Trae un mensaje de fuego, hasta entonces desconocido, y provoca el desbordamiento universal. Los santos y señas que hasta entonces nunca antes los había oído el pueblo: “posternaos delante de Dios omnipotente… porque os ha restituido el carácter de hombres”. “Vosotros, fieles republicanos, marchareis a redimir la cuna de la independencia colombiana como las Cruzadas libertaron a Jerusalén, la cuna del cristianismo”. “Vosotros sois los resortes de que se vale la Providencia Divina para castigar la perfidia y la crueldad de los opresores de América”. “Las armas libertadoras guiadas por Dios de los Ejércitos… sois el instrumento de la Providencia para vengar la virtud sobre la tierra, dad la libertad a vuestros hermanos, y anonadar con ignominia esas tropas acaudilladas por el más perverso de los tiranos…”.
El guerrero de Caracas peleó en las llanuras de fuego de los Llanos. Pasó por Juananbú bordeando los abismos de Guaitira. En Junín, una batalla donde no se oyó un tiro ni se conoció el olor de la pólvora: ensordecía el galope de la caballería. Y el aire quedó cortado por las lanzas. A caballo, desde Ayacucho, enardecía a granadinos, quiteños y argentinos. Su nombre se difundió sin límites. Bastaba decir Bolívar para asustar a los enemigos. Enardecer a los republicanos y hacer retroceder a las milicias bélicas.
Algún historiador ha aludido al coraje de nuestro libertador “unas veces estaba con sus oficiales en el centro de la batalla, otras, a leguas de distancia, como en Ayacucho. Era lo mismo. Su nombre se difundió por una bastedad sin límites. Bastaba decir Bolívar para poner miedo a los enemigos y fe en los republicanos. No fue un perfecto militar sino un gran guerrero…”.
Retomando las palabras del maestro Germán Arciniegas: "su hazaña geográfica conquistadora lo hacen protagonista del realismo mágico, antecesor de los novelistas de nuestro tiempo. Transfiguraba sus derrotas en batallas triunfantes. Cuando caía en un abismo resurgía agigantado. Valiente. Una de sus características que más lo confirma como estratega, era el hacer de la necesidad heroísmo, fue su aprovechamiento y conversión de las derrotas en su favor. Transfiguraba lo negativo en positivo. Infundió un espíritu de jugador empedernido siempre seguro de los triunfos finales”. Honor, dolor y gloria del caudillo irrepetible, que por estos días disfrutamos en la televisión nacional.