Mientras Maduro “encendía” la frontera con sus bravuconadas, Guaidó aparecía con ‘Los Rastrojos‘ y el gobierno Duque denunciaba ante la OEA el respaldo del régimen de Venezuela a terroristas; en Cali, 600 expertos de Colombia y 14 países se reunían durante 3 días para discutir cómo mejorar los procesos de inclusión y equidad en la educación para millones de personas que hoy siguen siendo discriminadas y excluidas de los sistemas educativos de sus naciones por género, orientación sexual, discapacidad o estatus migratorio, entre otras barreras que desconocen el derecho humano a la educación.
Según la Unesco, con la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la comunidad internacional se comprometió a “garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje para todos”. Pero estados y sociedades nos estamos quedando cortos. En el mundo 262 millones de niñas y niños no van a la escuela y 617 millones no alcanzan niveles mínimos de competencias en lectura y matemáticas porque su educación no es buena.
Así que 25 años después de la Conferencia Mundial de Salamanca, España en la que se fijaron las primeras metas; en Cali se actualizaron los retos que siguen siendo muy ambiciosos, pero hay que insistir en ellos porque a quien se le impide aprender, se le niega el mundo. Y éste no cambiará, si no nos incluye a todos.
Se requiere voluntad política en la toma de decisiones para superar las desigualdades sociales educativas, así como recursos porque es ingenuo pensar que la educación resolverá problemas si los que mandan no lo quieren. También hay que crear sistemas educativos sostenibles y basados en nuevos marcos normativos que promuevan inclusión y equidad con participación de todos. Los cambios del nivel-sistema educativo son técnicamente sencillos, pero socialmente complejos.
En Colombia, donde hoy estudian 190 mil niños y jóvenes venezolanos vinculados al sistema educativo nacional en una notable experiencia de inclusión, hay desafíos pendientes en zonas rurales, en grupos en condición de discapacidad, en víctimas del conflicto y comunidades étnicas.
El ministerio de Educación trabaja en la construcción de una política pública inclusiva que garantice respeto a la diversidad e identidad de los estudiantes, que fortalezca sus competencias socioemocionales articulando familia, comunidad y escuela para formar ciudadanos globales capaces de entender, reconocer y valorar las diferencias; con enfoques territoriales, culturales, de movilidad social y componentes de ciencia, tecnología e innovación para fomentar el aprendizaje de todos. Además de capacitación y acompañamiento de directivos y maestros.
No es fácil, pero tenemos que soñar con un mundo diferente que desaprenda la violencia y el odio y priorice la inclusión. Ya lo dijo Gabo, " los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria”.