Colombia es una nación diversa en climas, culturas, gastronomía. Más allá de ese valor, hoy nos enfrentamos a la oportunidad de incluir un elemento más en nuestro crisol cultural: la migración desde Venezuela.

Hace cinco años en el país no había más de 140.000 extranjeros de todas las nacionalidades. Hoy más de 1.8 millones de venezolanos conviven con nosotros. Además de las 500.000 connacionales de primera, segunda o tercera generación que regresaron a Colombia desde el hermano país. Todos ellos constituirían la tercera o cuarta ciudad de Colombia en población

Colombia ha acogido migrantes en todos los departamentos del país, y en 17 de ellos hay por lo menos 10.000. En Atlántico se cuentan con más de 165.000, según cifras Migración Colombia, y en su capital se encuentran el 59% de ellos.

La pandemia ha mostrado la vulnerabilidad en que se encuentra gran parte de esta población, pero eso no puede confundir la perspectiva con la que Colombia, y Atlántico, deben asumir el desafío migratorio. En el mundo sobran los ejemplos de cómo las olas migratorias han sido el motor de desarrollo para regiones a mediano plazo, por lo que, en una situación donde la reactivación económica se vuelve prioridad, hay que integrar a los migrantes para aprovechar sus aportes al mercado laboral y al consumo.

Colombia avanza en este tema. Desde hace más de dos años, el país ha venido implementando una estrategia de acogida que ha sido aplaudida en todo el mundo y usada como referencia en múltiples foros. La labor que han tenido las autoridades locales ha sido fundamental, porque en las regiones es donde se aterrizan todas estas políticas.

Por ejemplo, hoy 29.500 se encuentran en el sistema de educación de Atlántico, quienes en se forman como atlanticenses y sus familias ya hacen parte de nuestra comunidad. Los esfuerzos articulados entre gobiernos nacional, regionales y locales permiten que esos niños y niñas tengan el futuro que no pudieron tener en su país, y que retribuirán a nuestra sociedad.

Los esfuerzos del Gobierno en salud, en educación, en atención a infancia y poblaciones vulnerables, en la promoción de una inclusión económica efectiva, así como una convivencia pacífica y segura, se intensificarán después de la pandemia, por lo que el compromiso de las autoridades locales será determinante para que esta integración de esta población sea un impulso para recuperar el terreno que el COVID-19 nos hizo retroceder.

La forma en que se entienda esta migración será determinante en cómo se delinee el futuro de Atlántico. Además de las nuevas costumbres, experiencias y conocimientos que traen los migrantes, nos abren la oportunidad de construir un tejido social más abierto a la diferencia y con una visión más allá de las fronteras.

Los migrantes han dado todo por alejarse de un régimen que les quitó el futuro, y harán lo mismo para garantizar el bienestar de sus familias y de las comunidades que los acogen, así como millones de colombianos lo han hecho alrededor del mundo.

Por más de 30 meses tuve el privilegio de liderar, como asesor en Presidencia y con las diferentes autoridades locales, todas las acciones con las que los colombianos demostramos el compromiso en acoger e integrar a los migrantes. Toda esta experiencia, recogida en las regiones, como Atlántico, será una guía en mi labor como jefe de la Unidad de Migración del BID. Gracias por este apoyo fundamental.

* Asesor presidencial para la migración desde Venezuela