Y aunque un gobernante no es Dios, es humano, no se puede equivocar, y no se eligió para eso. Sólo Dios nunca se equivoca; los ciudadanos se pueden equivocar y ser perdonados, los gobernantes no. Gobernar no es ensayar, significa acertar. Se gobierna para avanzar. La acción de gobernar no es como un laboratorio de química para hacer ejercicios académicos, no es para hacer pruebas de ensayo y error. Un gobernante no tiene derecho ni la función de equivocarse. No se elige para que ensaye o juegue, pues sus decisiones comprometen severamente la vida presente y el futuro de las personas que tiene a cargo.

La siguiente frase escrita por Andrés Felipe Giraldo (un ciudadano), adjudicada a Ángela Merkel, Canciller alemana, resume muy bien la política colombiana: “Los presidentes no heredan problemas, se supone que los conoce de antemano y por eso se hacen elegir, para gobernar con el propósito de corregir esos problemas [dejados por sus antecesores]. Culpar a los predecesores [por lo que dejaron] es la salida fácil y mediocre de los nuevos gobiernos. Si no pueden no se postulen”. Esta afirmación, además de lógica, no sorprendería a alguien por su sentido, porque tiene un valor profundo. Por nuestra situación actual, y por la recurrencia en política, nuestros gobernantes nacionales y territoriales se hacen elegir y dedican parte de su gestión a justificar su mal gobierno en el mal gobierno anterior.

Con frecuencia, gobiernos profundamente antidemocráticos terminan buscando cómo protegerse política o jurídicamente por su mala gestión; y hacen lo posible para que quien los suceda sean amigos o de su grupo partidario, para que no lo persigan o no lo responsabilicen de sus desafueros, irregularidades o delitos; o para que lo justifiquen por aquello que dejó de hacer o hizo mal.

Es un contrasentido que un gobernante al hacerse elegir empiece a echarle la culpa al anterior para justificar su inactividad, incompetencia, mala voluntad o inconciencia. Esto es tan malo como cuando un gobernante recibe una buena gestión y no agrega nada, no sigue avanzando, no acumula progreso y bienestar, dejando que todo siga funcionando por inercia, asumiendo que sólo debe gestionar lo recibido sin agregar algo, sin mejorar el sistema y la gestión pública. Por algo, el actual alcalde de Bogotá, en esta situación tan compleja que vive el país, ha optado por obrar de manera tan inconveniente en dicha ciudad, para congraciarse con el poder nacional, devolver algún favor o quizás no tener que responder en el presente; o para tener alguna fuerza política que lo proteja en el futuro.

Quien es elegido debe saber que culpar a otro por el origen de los problemas que debe resolver, además de ser una actitud mediocre, es irresponsable. No se obliga a los dirigentes políticos a presentarse a elecciones. Cuando alguien se postula a un cargo de elección popular, promete gobernar bien para los ciudadanos, a menos que sea un mentiroso o tramposo. En caso contrario, sería mejor hacerse a un lado y dejar que otros lo hagan.