El reciente discurso del presidente, en la instalación del Congreso, se caracterizó por la falta de estructura temática y contenido que denote un propósito de nación. Se trató de un listado de ausencias y medias verdades. No fue una pieza de oratoria sino una lista desordenada de temas. El discurso reitera que todo está y se hace bien; de ahí que su enunciación se soporta en ausencias temáticas y elementos falaces, alejados de la verdad.
Se podría pensar que la estrategia de enunciación recomendada por sus asesores, y las intencionalidades y afanes políticos, lo indujeron a dirigirse a aquellos que ya le son proclive, a su público cautivo (menos del 30 % de colombianos) para tranquilizarlos, reafirmar su apoyo y mantener su incondicionalidad al poder. No habló para el 70% de la población. La primera gran ausencia resultó ser la mayoría de los colombianos. El discurso gubernamental giró en torno a supuestos buenos resultados sociales, seguridad, legalidad y no corrupción. Quizás deseaba comunicarse con aquellos que creen en el país de las maravillas; país que no existe y menos su gobierno, segunda ausencia.
Un breve inventario de otras ausencias: no explica cómo se gerencia la pandemia y los choques con los gobiernos locales; no reconoce el desempleo, pobreza, hambre y el 48% de colombianos en la informalidad; no valora al personal de salud (los médicos tienen los salarios más bajos de América Latina); no registra que la salud se ha vuelto un negocio; no menciona la problemática de los venezolanos en el país; no dice cuál es la política exterior e internacional de Colombia, más allá de su formal presidencia y tibio protagonismo en las inexistentes e inoperantes Comunidad Andina, ProSur y Alianza del Pacífico; no reconoce como calamitoso los masivos y sistemáticos asesinatos de líderes sociales, indígenas y afrodescendientes; no alude a la quiebra de centenas de miles de pequeñas y medianas empresas; no explica por qué se trasladaron decenas de billones de pesos públicos al sector financiero; invisibiliza las protestas sociales; no asume su responsabilidad directa en la expansión del contagio del virus al autorizar los días sin IVA; no hace alusión a la violencia y abuso de centenares de agentes del Estado contra niños; y elude el tema de la mermelada para políticos.
Y un breve recuento de falsedades: la paz si, pero no; el Congreso le hace control político; el gobierno, en la pandemia, apoyó a todos, no solo a los amigos y financiadores electorales; apoya a todas las regiones y ciudades por igual; no apoya más a las EPS que a la atención de salud de los ciudadanos; critica a sus críticos; y demanda apoyo a propuestas de reformas que tramitará en el Congreso, sin precisar cuáles.
Definitivamente el país estuvo ausente en el discurso presidencial. No otorga espacio para el consenso, mantiene la polarización y abona el terreno para que el miedo sea el móvil principal para las próximas elecciones.
PD: La propuesta del alcalde de Medellín de invitar médicos cubanos para apoyar la atención de la pandemia ha llevado a sectores extremistas a descalificarlos, señalándolos a priori de terroristas y espías. Lo anterior no sorprende, pues si se trata mal a nuestros médicos por qué no habrían de despreciarse los médicos de otras nacionalidades.