El pueblo es la fuente principal, y quizás única, de todo poder democrático. Por ello, la legitimidad no solo es electoral, pues esta no garantiza que un gobierno esté al servicio del interés general y le sea fiel a este. El poder y el gobierno se consideran democráticos si se someten y responden a todas las pruebas, controles y exigencias que validen, ratifiquen y consoliden una decisión mayoritaria, no si desinstitucionalizan, rompen la legalidad o afectan dramáticamente las mínimas maneras de vivir en armonía. De esto se desprende que todas las autoridades, instituciones, cortes constitucionales y gobiernos deban preocuparse, especialmente, por los ciudadanos y atender oportunamente y de manera debida todas las situaciones particulares que se presenten. La elección por sí sola no da la legitimidad para gobernar, ni es suficiente para mantener la paz y edificar el progreso de la sociedad.
Los problemas de los países son comunes. La diferencia entre uno democrático y uno no democrático, o abiertamente autoritario, es la manera como se resuelven los problemas. En este sentido, cada vez más la diferencia entre Cuba y Colombia es solo por el método de elección y no por la forma de respetar las opiniones divergentes (frecuentemente expresadas como oposición o a través de la protesta) y de gobernar para minorías, así sus dirigentes pregonen hacerlo en nombre de la mayoría. En Colombia el régimen se presenta como democrático mientras que la sociedad no lo es. En Cuba el régimen es autoritario y la sociedad es más democrática.
Duque exige a Cuba el respeto de lo que él llama “protesta pacífica” cuando él no ha podido respetar alguna. Quizás está buscando aprender a ser democrático; y sin pudor alguno, por hipocresía o cinismo, busca el mal en los demás como un consuelo. Colombia y Cuba tienen un elemento en común: en sus gobiernos la democracia está muy poco o nada presente. En estos países aparecen gobiernos que administran las reglas de juego del régimen con autoritarismo y terminan minando la democracia o impidiendo su desarrollo. Construir democracia no es lo mismo que controlarla o regularla. Existe un arte democrático de gobierno y no está presente en Cuba ni en Colombia. Los actuales gobiernos de ambos países no son democráticos por sus decisiones ni por sus conductas. Las protestas en Colombia y en Cuba son reprimidas por ambos gobiernos con la justificación de combatir una supuesta intervención e infiltración extranjera. Esto también sucede en Chile, Perú, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y en Venezuela.
No es por tener gobiernos o instituciones que existe democracia. Somos democráticos si éstos se comportan democráticamente. No tenemos democracia por elegir gobiernos. En Colombia aún persisten unos mínimos democráticos, cada vez más debilitados por la actuación de un gobierno que los menoscaba. Se trata de un gobierno de características, instituciones y conductas que coquetean con maneras antidemocráticas. Aunque en Cuba no hay democracia en el régimen y tampoco en el gobierno, la diferencia con Colombia está en el grado de evolución del autoritarismo o la velocidad con la cual se aleja de la democracia.